Presentada en el festival de cine de Mar del Plata, Legítima defensa (2021) es un policial negro argentino que se inscribe en la mejor tradición nórdica del género. La película contiene ante todo una estética opresiva que marca el tono y atmósfera del relato.
El protagonista es el fiscal Eduardo Pastore (Alfonso Tort) quien deja a su hija adolescente (Sofía Saborido) para trasladarse a Morante, el pueblo de su infancia, donde ocurrieron unas extrañas muertes ( los cuerpos aparecen con sangre pero sin heridas). En el lugar se reencuentra con Ramiro (Javier Drolas), ahora comisario, y su mujer Paula (Violeta Urtizberea). El pasado regresa de manera tan oscura como la trama de crimen que se revela.
Como si se tratara de la serie escandinava Sorjonen (Bordertown), el film está más interesado en mostrar el viaje interior del protagonista y en cómo la investigación repercute en él, que en secuencias de acción resolutivas. Su relación con su hija será clave para transformar su nostálgico pasado en un presente de mayor luminosidad.
Estamos ante un policial expresivo desde la puesta en escena, que convierte en claustrofóbicos hasta los espacios exteriores. En ese trabajo la dirección de fotografía de Guillermo Saposnik es notable, anulando los colores cálidos por otros fríos y generando cierta bruma espesa en el ambiente que se traslada a la investigación.
Los agrotóxicos funcionan de contexto para la película. Son la causa del mal en la zona pero también el síntoma de la enfermedad física y moral que atañe a los personajes. En ese entramado turbio de connotaciones siniestras relacionados a los grupos de poder, el protagonista debe depurar sus culpas personales para limpiar su alma.
Legítima defensa resulta atractiva por su singularidad y espesor dramático. Es un film expresivo de climas y sensaciones, que invita a sumergirse en su espesa propuesta para identificarse con su agobiado protagonista.