Legítima defensa

Crítica de Gustavo Castagna - A Sala Llena

THRILLER=DENUNCIA

Como se percibe en los primeros minutos de Legítima defensa la vida profesional de Eduardo (Alfonso Tort), fiscal, no se compadece con su devenir afectivo. La relación con su hija no es la mejor y entre cavilaciones y preguntas sin respuestas la opera prima de Andrea Braga presenta su conflicto inicial que de inmediato se verá aumentado cuando el personaje se anoticie de dos muertes en su pueblo natal.

En ese comienzo el film desovilla sus dos tramas paralelas, anexadas entre sí: la confluencia de aquello público (las muertes a investigar) junto con el terreno privado (el retorno del personaje a su lugar de origen), donde deberá reencontrarse con dos viejos amigos: Paula (Violeta Urtizberea) y Ramiro (Javier Drolas), ahora convertido en comisario de ese paisaje en tensión.

Estimulante inicio el de Legítima defensa, adscripto a la vertiente policial fúnebre y solemne donde el recurso de una luz contrastante actúa como protagonista de varias escenas. Son los momentos donde la trama refiere al policial desde las adyacencias del género y no desde la exhibición de sus costuras más reconocibles.

En ese paisaje acorde a la remanida frase de “pueblo chico, infierno grande”, Legítima defensa describe sin enfatizar las idas y vueltas de un contexto donde se ocultan demasiadas cosas y los secretos están a punto de estallar.

Entre susurros y voces tenues, como si pidieran permiso o tuvieran miedo de revelar aquello que se olfatea en el lugar, la historia recae en una sutil descripción psicológica de los tres personajes centrales, unidos entre sí por el pasado y ahora asfixiados en un presente tumultuoso.

El giro dramático que adquiere el film en su segunda mitad, aclarando ciertos conceptos ahora sí de forma poca sutil, no favorece el interés de una historia hasta ahí sustentada en la investigación a cargo del fiscal. Se dirá, y con razón, que la información que responde al conflicto inicial – un ecosistema ilegal que se basa en el uso y abuso de agroquímicos – revela las miserias de funcionarios y de un contexto al que le importa poco y nada la vida de los lugareños. Pero, justamente, esa aclaración del conflicto público perjudica a una trama que hasta el momento se sostenía en hipótesis y preguntas aun sin respuestas.

Desde allí hasta el desenlace, Legítima defensa trabaja desde las convenciones del policial de denuncia, aferrándose al a-b-c narrativo de en esta clase de historias desplazando u omitiendo las tipologías de sus tres personajes centrales en sus zonas más cálidas pero también oscuras.

En ese cambio de rumbo de la trama la película elige un tono de informe periodístico que invalida aun unas últimas imágenes filmadas en ralentí de fuerte impacto emocional.

Ocurre que Legítima defensa es un film partido en dos, sutil y subrayado en dosis similares.