Después de La gran aventura Lego, ahora es Batman el que tiene su propia película ensamblada. Y valió la pena el intento.
Cada tanto aparecen películas que proponen visionados distintos, nuevos desafíos para el espectador. Cuando se estrenó La gran aventura Lego, nadie depositó expectativas, quizás por el vacío temático de estos muñequitos ensamblados.
Sin embargo, desde la carencia de identidad, el filme relució un potencial furioso, convirtiéndose en un collage alucinado, un retorcimiento de lugares comunes dentro de una trama que aprovechaba la condición genérica de los juguetes para rearmarse cuantas veces quisiera.
Los productores tomaron de esta perla a uno de los personajes secundarios, Batman, y le inventaron su propia película. Podría objetarse que le falta la virginidad de La gran aventura Lego, aunque también debe resaltarse que mantiene el libertinaje posmoderno que hizo tan especial al filme del 2014.
Ya desde su inicio, una voz en off decreta la autoconsciencia cómplice que habilita un vale todo narrativo. De hecho, su guion es como un delgado y gigantesco bloque subterráneo que unifica infinitas piezas absurdas.
Hasta su conflicto básico es un chiste: Batman no logra reconocer a un otro que lo defina existencialmente, manía filosófica que suele entorpecer los argumentos de DC. Así que este superhéroe de plástico no registrará ni al Guasón, ni a Alfred, ni a Robin. La disyuntiva del personaje es lo menos atractivo para una película majestuosa gracias a su colapso visual. No hay un solo fotograma desabrido; el diseño cromático viene saturado al límite, es un torbellino de neón.
Esta rabia pictórica comulga con la furia mental del filme. Los chistes se suceden a una velocidad inusitada, en efecto de yuxtaposición. Es como si la parodia se parodiase a sí misma, desmontando la lógica una y otra vez para empezar de cero.
El espectador hallará dos estados: o sorpresa perpetua o desconcierto nauseabundo. Quienes pacten con la soberbia kitsch del guión, obtendrán diversión en caída libre. Los restantes, aunque se mareen, también reirán, porque Batman Lego: La Película maneja códigos de humor múltiples. De su acumulación algún chiste prende por descarte.
Resulta obligatorio ver la copia subtitulada con las voces de Will Arnett (Batman), Michael Cera (Robin), Zach Galifianakis (Guasón) y Ralph Fiennes (Alfred).
Por el mismo frenesí del filme, sólo la fonética original logra adaptarse al complicado diseño sonoro. En su versión doblada, los diálogos desafinan, suenan muy impuestos para una película que calculó tan milimétricamente su locura.