De tal padre
Mientras la comedia tradicional americana pasa un momento de estancamiento, sin lograr sorprender con nuevas propuestas, la animación infantil recupera la estructura clásica del cine de antaño.
El caso de LEGO Ninjago: La Película, de Charlie Bean, Bob Logan y Paul Fisher no escapa a esta última línea, en donde los directores retoman la posta de Phil Lord y Chris Miller con una propuesta que emula la estructura narrativa de tres actos, pero que, a partir de giros, gags y frenéticos punchlines, refuerzan el dinamismo de la historia.
La película habla de Lloyd, un joven que vive en la ciudad de Ninjago, un paraíso en el que todas las posibilidades de crecimiento y ascenso social están dadas para todos, excepto para él. El rechazo de su entorno por su filiación con el siniestro Lord Garmadon, un villano bastante torpe por cierto, que intenta conquistar Ninjago para poder sacar rédito y controlar todos los movimientos de los habitantes, es el principal obstáculo que tiene para su vida.
Pero Lloyd resiste, a pesar de ser un excluido, y de contar sólo con el apoyo de su madre y un pequeño grupo de amigos, formando parte del equipo de Ninjas (a lo Power Rangers) que intentan, con éxito, detener a Garmadon. En ese grupo es el Ninja Verde, un experto en artes marciales, líder de los ninjas, una identidad completamente diferente a la que tiene en sus grises días.
La película apela a recursos de otras películas y géneros, y mientras en una primera parte la estructura recae en un “drama estudiantil”, en donde el colegio es el escenario de las desventuras del protagonista, en una segunda instancia las similitudes con los blockbusters a lo Michael Bay, refuerzan su espíritu de entretenimiento.
Lo curioso de las películas de LEGO es su capacidad para trascender la anécdota del juego de encastre más famoso del mundo, explorando la narración más allá de los límites que la misma materia podría imponerle.
LEGO Ninjago: La Película, al igual que sus predecesoras, no se toma en serio, y eso permite que su frescura trascienda la pantalla, despertando risas y carcajadas con cada referencia a la cultura popular que hace, con cada escena en la que se emula, por ejemplo, a clásicos del cine. Y si bien su espíritu de película con moraleja deambula por el metraje, al utilizar un humor corrosivo, principalmente en la relación entre el padre y el hijo, terminan por desacartonar cualquier mensaje intrínseco que quiera transmitirse.
Allí donde Disney, y otros estudios, intentan reforzar ideales y valores, la saga de películas de LEGO (y esta no es la excepción) corrompe la tradición, con su propuesta desenfadada, su humor ácido, y un sentido narrativo propio que se nutre de otros géneros cinematográficos y televisivos (la sitcom es su guía) para generar películas de animación que no sólo serán disfrutadas por los más chicos, sino, principalmente, por los adultos nostálgicos.