Sin prejuicios sobre el amor lésbico
Con la brillante interpretación de Claudia Lapacó en su primer protagónico, junto a Virginia Innocenti y Claudia Cantero, la película se puede considerar "de personajes" y aporta frescura a un tema poco frecuentado en el cine nacional.
Como si de una escena de la vida cotidiana se tratara, una recortada secuencia en la vida de una familia como tantas, el film de la guionista y realizadora Liliana Paolinelli nos ofrece un acercamiento que sólo en los últimos tiempos ha comenzado a liberarse de prejuicios, rasgos caricaturescos y personajes estereotipados. Y este es una de las notas relevantes de Lengua materna, film que focaliza su atención en un mundo de mujeres que oscilan generacionalmente y que subrayan particularmente una historia centrada en los vínculos, a veces silenciados, a veces resistidos, entre madre e hija.
Desde un transcurrir que por momentos apela al humor y en otras oportunidades al efecto dramático, el film que hoy comentamos se puede definir como un "film de personajes" que tiende un puente con programas televisivos y en otras con los unipersonales teatrales. Desde este umbral inicial, podemos sí afirmar que el gran protagónico que logra Claudia Lapacó, quien hasta el presente no había sido tenida en cuenta para la pantalla grande, es el lugar de cruce de miradas y situaciones de los otros personajes. Su más que destacada actuación será ciertamente recordada en los días por venir y sus matices compositivos le permiten ofrecernos algunas secuencias en las que parece que, por su tono y actitud, abre un diálogo con nosotros, los espectadores.
De cómo una madre en un sorpresivo instante llega a tomar conocimiento de la elección sexual de su hija, su amor por otra mujer, y de cómo ella misma comenzará a querer saber sobre el comportamiento lésbico. Allí, el film de Liliana Paolinelli va tomando un rumbo marcado por algunos tropiezos, otras tantas alegrías y nuevas emociones.
Pero no sólo es el personaje de Estela el que domina la escena sino las respuestas de los otros, las que comienzan a entrar en juego. De esta manera, una de sus hijas, Ruth nos conduce a su pareja del presente, en quien se comienza a evidenciar una situación de crisis. Desde su más profundo deseo de conocer el universo de su hija, ella misma, en compañía de su más querida amiga, llegará a un bar sólo para mujeres. Y entre la ingenuidad y la expectativa, y por sobre todo el asombro, comenzará a darse cuenta de que entre su hija, ligada a una situación empresarial, y la pareja de ella, candidata en el escenario político, algo ya no está funcionando.
Estamos ante un film de actrices. Desde una por momentos sublime Claudia Lapacó hasta las jóvenes mujeres que interpretan talentosamente Virginia Innocenti y de la cada vez más presente en la pantalla cinematográfica -afortunadamente-, Claudia Cantero, actriz rosarina. Estamos ante un film muy querible que mira hacia los que aún hoy siguen discriminando, expulsando, como se registra sobre el cierre del film.
Pero tal vez sea un error considerar que esa discriminación, esa no aceptación, sólo se da en las personas de mayor edad. En el film se puede notar claramente cómo es la propia hija quien aún no ha podido aceptarse y de cómo es la propia madre quien está dispuesta a acercarse sensiblemente a su incertidumbre, a acompañarla en su camino.
Frente ante una temática como las que nos ocupa, la de las relaciones lésbicas, el cine argentino en su largo recorrido sólo en muy contadas oportunidades ha podido dar cuenta de ello, teniendo en cuenta además que los inapelables sistemas de censura han respondido a las conductas de gobiernos dictatoriales.
Desde mediados de los años 40, la cuestión de las diferencias sexuales, ha estado presente de manera velada. En algunos films, ya en el estricto plano del grueso humor, se veían personajes trasvestidos o mucamos afeminados. A principios de los 50, comienza a presentarse en ambientes carcelarios, con rasgos muy negativos, tal como en Mujeres en sombra de Catrano Catrini y Deshonra de Daniel Tinayre. Fugaz escena de lesbianismo encontramos en el prohibido film de Leopoldo Torre Nilsson, La tigra del 53 y en el 58 una situación similar en Rosaura a las diez de Mario Soffici, en relación con escenas del pasado de la protagonista. David José Kohon, siempre recordado, nos ofrece escena de este corte en uno de los episodios de Tres veces Ana, en un momento de una reunión de amigos y en el 64 René Mugica dirige El octavo infierno, ambientada entre rejas. En su último film Piedra libre, de 1976, Torre Nilsson incluye una secuencia amorosa entre Luisina Brando y Marilina Ross que fue motivo de persecución por el censurador Miguel Paulino Tato. En 1982, y a partir de Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mujica Láinez, llevada al cine por tres realizadores podemos ver cómo el último episodio, El salón dorado dirigido por Oscar Barney Finn se presenta una escena de lesbianismo entre los personajes que componen Julia Von Grolman y Graciela Duffau. En el año 1984 se estrena Atrapadas de Aníbal Di Salvo, otra vez, de tono más subido, en una cárcel de mujeres, y en el 86, siempre dentro de este esquema, Emilio Vieyra dirige Correccional de mujeres, algo que repetirá Enrique Carreras en su film del 91, Delito de corrupción, En el 93, Raúl de la Torre dirige Funes, un gran amor, con escena pasional entre los personajes de Nacha Guevara y Andrea Del Boca. Será Lucrecia Martel quien desde su primer film La ciénaga recupere para esta temática otros valores y otros conceptos, seguida a lo largo de la última década por Santiago García, Diego Lerman y Mariano Mucci, entre otros.