El amor tiene cara de mujer
La ley del matrimonio igualitario ha sido la consecuencia de un cambio social vivido por la condición gay en Argentina, cuya comunidad ha pasado de sufrir un silencio condenatorio a la aceptación generalizada de una realidad dada. Bienvenidas, entonces, son películas como Lengua materna y Mi familia, que ayudan a la mayor visibilidad de la pareja lesbiana, sumergida en el desconocimiento y el ninguneo. Afortunadamente, pasaron las épocas en que el personaje homosexual siempre debía morir o pagar por su pecado en algún final trágico, como ocurría cada vez que Hollywood incluía el tema gay.
Nuestra sociedad tiene aún deudas pendientes con otras comunidades que viven discriminaciones o situaciones relegadas, siendo la más notoria la sufrida por los aborígenes propios y de países limítrofes. Si bien Adrián Caetano lo trató muy bien en Bolivia, estos grupos todavía esperan otras reivindicaciones en el cine.
En Lengua materna, Claudia Lapacó vuelve al cine con un personaje entrañable: una madre que decide sacar del armario a su hija lesbiana, quien desde hace años vive con su pareja, para todos “una amiga”. Ruth (Virgina Innocenti) se siente un poco aturdida por el súbito reconocimiento de su madre, que decidió el coming out de su hija, pero acepta el hecho. Menos resignación tendrá cuando su madre decida investigar sobre la condición lesbiana, se introduzca en la comunidad y acabe invadiendo su casa y su intimidad. Tal vez la madre responda a la apertura social ya mencionada o quizás no haga más que satisfacer su curiosidad por su propio lesbianismo.
En ocasión del estreno de su opera prima, Por sus propios ojos, elogiamos el trabajo de Liliana Paolinelli, quien se animó con un tema muy comprometido y un tratamiento y propuesta originales o personales. Si bien en su nueva película aborda también una temática de alto compromiso, su filmación por el contrario se encuadra en lo más tradicional del cine costumbrista argentino.
No significa esto una condena: la primera mitad del film discurre con simpatía y tiene momentos hilarantes (oficializada su pareja, Ruth decide blanquear también los abortos de su hermana, lo cual lleva a una pelea típica, y también es muy graciosa la escena en el bar de mujeres). Pero en la segunda mitad se resiente la tensión dramática y la narración tiende a diluirse, para rematar con un final poco iluminado.
Sin embargo, un elenco impecable, que se completa con Claudia Cantero (a quien también podemos ver estos días en Sin retorno), Mara Santucho y Ana Katz hacen de este film una más que agradable opción.