Amor entre mujeres
Comedia dramática sobre una madre que descubre que su hija, cuarentona, es lesbiana.
Como lo explicó Liliana Paolinelli, que debutó como realizadora con Por sus propios ojos : su segundo largometraje no se centra en el lesbianismo sino en una relación madre-hija. El filme, en torno de una señora (Claudia Lapacó) que se entera de que una de sus hijas (Virginia Innocenti) está en pareja desde hace años con una conocida de la familia, demuestra cuál es su eje desde el mismo título: Lengua...
alude a los códigos de comunicación maternos y al mismo tiempo a una tendencia a la indiscreción, uno de los tantos modos de invasión, aun cuando la intención sea buena.
Otro ejemplo de por dónde pasan las coordenadas: el personaje de Lapacó es el que traza el arco de transformación más amplio. Del asombro, la preocupación y el autocuestionamiento pasa a la curiosidad y la intromisión; y, después, a la búsqueda de empatía y a un respaldo que genera incomodidad, porque la pareja de su hija está en proceso de decadencia, con una tercera en discordia. Paolinelli acierta, en el plano cinematográfico y en su (sutil) intención de confrontar con el prejuicio, al mostrarnos que el amor entre mujeres es tan común o tan extraño como el heterosexual: no apela a victimizaciones, exaltaciones ni redenciones. En su filme, el “universo lésbico” no entrega tantas particularidades como imaginan la señora encarnada por Lapacó y la mayoría de los espectadores.
Entonces: los personajes, al menos los femeninos homosexuales, están felizmente a salvo de la parodia y al arquetipo (tal vez no se pueda afirmar lo mismo del resto). Tras un tono y una estética que apelan a cierto costumbrismo, y de una historia sencilla, se abre un abanico de relaciones tratadas con delicadeza. La película tiene más virtudes: humor, fluidez, interpretaciones logradas (Claudia Cantero hace de novia de Ruth; Ana Katz, de hermana), ausencia de solemnidad y subrayados.
Aunque el afiche promocional insinúe otra cosa, Lengua...
no es (solamente) una película acerca de “mi-hija-es lesbiana-y-ahora-qué-hago”. Con gracia, tensión y elementos dramáticos la directora nos acerca a un “ámbito” que está dejando de ser invisible. Ojalá que algún día vuelva a serlo, definitivamente. El día en que al fin entendamos que nadie es distinto por su elección sexual y ya no existan los compartimentos. Ni sociales ni sexuales ni cinematográficos.