Típica “biopic” sobre una figura y su época
En la elegía “El primer amor” de su libro de canciones e idilios Canti, el conde Giacomo Leopardi (1798-1837) escribe: “Vive aquel fuego aún, vive el afecto,/ alienta en mi pensar la bella imagen/ de quien, si no celestes, otros goces/ jamás tuve, y sólo ella satisface”. Víctima de severas dolencias físicas –tuberculosis vertebral, entre otras– y, según afirman sus historiadores, una predisposición del alma romántica, melancólica y profundamente pesimista, Leopardi es uno de los poetas italianos más importantes del siglo XIX. Testigo del Risorgimento temprano desde su posición de joven noble en Recanati, pueblo del centro de Italia de unos 10.000 habitantes por aquellos años, escapó al dominio férreo de su padre para iniciar una carrera como escritor, filósofo y experto en lenguas antiguas en un derrotero que lo llevó a vivir en distintas ciudades: Roma, Boloña, Florencia. Las rimas precedentes, escritas a la edad de diecinueve años (mucho antes de eso fue niño estudioso y prodigioso), remiten a las secuelas que en su espíritu generaron la visita de una prima de su padre, amor temprano que, como el resto de sus pasiones románticas, fue rotundamente platónico.¿Puede la potencia de los versos originales trasladarse al cine? En otras palabras, ¿es posible trasplantar un tipo particular de belleza y lirismo a otro medio? El realizador Mario Martone (Muerte de un matemático napolitano, Teatro de guerra) no parece tener la respuesta y se contenta con la lectura en off en varios pasajes del autor y algunos planos que muestran a su criatura en plena ensoñación bajo la sombra de un árbol u observando a una vecina plebeya mientras realiza tareas cotidianas. No tanto una reflexión histórica a partir de una vida y una obra como un típico film biográfico sobre una figura y sus tiempos, Leopardi, el joven fabuloso –presentada en la Competencia oficial del Festival de Venecia y un gran éxito de público en su país de origen– sufre de varios de los achaques de la biopic al uso: actuación central disciplinada y de fuerte carácter (cortesía de Elio Germano), abuso del diseño de arte y el despliegue de locaciones, concentración de escenas a la manera de un Grandes éxitos. En el caso de Leopardi..., además, el progresivo deterioro físico del protagonista termina transformándose casi en el centro excluyente del drama, una descripción reiterativa y finalmente estéril.Martone coquetea con la cavilación sobre los turbulentos tiempos que le sirven de trasfondo pero, en casi todos los casos, se estanca en el comentario ilustrativo. Incluso el gradual escepticismo de Leopardi sobre todo lo religioso –en particular su práctica institucionalizada– y posterior conversión al ateísmo terminan relegadas al lugar de una simple nota al pie. Ganan los elementos más superficiales: el color de época, el sufrimiento como cliché ligado a la creación artística, la fuerza de ese maldito y poderoso vector qualité.