El poeta de la desesperanza
Transmite la lucha interior de Leopardi, poeta moderno con mente y cuerpo en trágica tensión.
Poeta, filólogo, erudito, Giacomo Leopardi vivió apenas 39 años en la Italia de los albores del siglo XIX. Y vivió cada uno de sus años el desamparo de su sabiduría, gestada en un palacio que fue su cárcel familiar junto a sus hermanos Carlo y Paulina. Ahora, cuando la letras, las bibliotecas y el canon literario comenzaban a rescatarlo, su figura vuelve también en Leopardi, el joven fabuloso, un ambicioso filme de Mario Martone que lo muestra con todo el peso y las contradicciones de su figura desgarbada.
Desesperación y desesperanza se transmiten temprano en el filme a través del poder perturbador de sus versos, que escribe de niño bajo la dura educación familiar, reaccionaria como pocas, cerrada a las ideas revolucionarias de la Europa en la que amanecía el Romanticismo. Desesperación, erudición y desesperanza transmite la gran actuación de Elio Gemano como Leopardi, que parece haber cargado su cuerpo con el peso de su conocimiento y la imposibilidad de una vida más carnal, necesaria.
Jorobado, autor incomprendido, sin vida sexual pese al ardor de sus pensamientos y la intensidad de sus deseos, Leopardi “huye” tarde de su hogar. Tampoco encaja en el mundo de los literatos, los editores, salvo por admiradores, como Pietro Giordani, que pudieron ver la belleza y profundidad de su inagotable melancolía.
Hay belleza, emoción, impotencia y una tortuosa inercia hacia la derrota y la soledad en esta historia, pero también hay excesos que surgen de la dificultad de llevar la poesía escrita y leída a la pantalla con naturalidad. Sí hay una gran ambientación de época, actuaciones y personajes como Antonio Ranieri, su amigo, mecenas, cuidador y un espejo maldito por amar a las mujeres que él no puede.
Devorador de libros, políglota, niño raquítico, hombre jorobado, sabio social que evidencia su avidez por el contacto real con los hombres y las mujeres de un mundo que casi siempre desdeña y a la vez lo corroe, que es también fuente de experiencias e ideas fabulosas.