La poesía de la infelicidad
Leopardi, el Joven Fabuloso (2014), dirigida por Mario Martone, es el biopic del poeta italiano Giacomo Leopardi quien cimento y trazo las bases del romanticismo en una época donde la religión profesaba la mirada que debía tener el mundo. Ambientada en los principios del siglo XIX, una película que se llena de toda la poesía de Leopardi y al mismo tiempo describe un contexto que empieza a cambiar, sin duda con aires Pasolinianos, aunque también de una Italia destinada a destruirse.
En 1798 nace en Italia, Giacomo Leopardi (Elio Germano), quién vive en Recanati bajo la sombra y protección de su padre, el conde Monaldo, que lo tiene destinado a ser un erudito en las letras -pero bajo su protección- dedicado en el abastecimiento de una gran biblioteca, en la enorme casa del conde Manoldo, un centro donde convergen curas y personalidades religiosas dedicadas a la literatura. Rodeado de nobleza y el amor incondicional de sus hermanos, Giacomo desde muy joven demuestra ser un dotado de las letras. Logra aprender lenguas extranjeras con facilidad (como el hebreo) y sobre todo, se dedica a escribir poesía mientras desea librarse de su padre para tener una vida literaria reconocida por otros literatos. Sin embargo, desde muy pequeño sufre la enfermad de Pott: sus huesos se van deteriorando y perdiendo las formas originales. Los dolores son cada vez más intensos hasta el punto de no poder caminar. Poco a poco se va deformando, encorvando hasta utilizar un bastón y parecer un hombre de noventa años.
Al ser un biopic lo más altivo es el argumento y cómo se nutre la puesta en escena. Atrae ver al poeta que sufre y como su poesía sufre con él. Al estilo de Beethoven, Mozart, Proust, todo dura la existencia de Giacomo Leopardi. Y es interesante como sigue adelante con su mirada sobre el sufrimiento del hombre frente a la decadente naturaleza y sus críticos lo relacionen con su enfermedad, pero él todo el tiempo defiende su poesía. No es venganza por lo que sufre, es la poesía sobre la infelicidad. Y sobre ello se sostiene la película, sobre cómo la fuerza oral y la palabra, es tan importante.
Una película directa y hecha al detalle. Una fascinante experiencia que hace recordar al genio de Pier Paolo Pasolini en algunos detalles tales como el paso de la poesía a la imagen, y sobre todo el uso del espacio italiano que, mezclado con lo religioso y la fantasía, se vuelve participe de toda el alma de lo dicho. Estos espacios se vuelven tan importantes además porque componen el andar y la creación figurativa de Leopardi a quien le va creciendo una enorme joroba. Es en ese momento que la película del italiano Martore toma su propia identidad y logra despegarse de todos sus referentes para mostrar a Leopardi frente a una naturaleza que lo destruye al mismo tiempo que se autodestruye. Eso lo ve cuando logra escapar de sus aires de nobleza y viaja, en sus ganas de conocer otros lugares, pero descubre un mundo apocalíptico y a punto de desaparecer.