Biopic del mundillo del rock de principios de los ’80, en la entonces URSS. La primera secuencia muestra a unas chicas colándose a un recital de rock under, en un viejo edificio de Leningrado. La estrella de esa movida es Mike y por muchos motivos el recital es controlado por las autoridades: desde su permiso (solo pueden concretarlo los grupos que son autorizados), la revisión y censura sobre sus letras, el control de la manifestación del público (deben comportarse como si asistieran a un espectáculo de música clásica).
Todo es auscultado por un poder contrariado por la cultura rock, pero que no puede detener lo indetenible: la explosiva y revulsiva aparición en el imaginario de los jóvenes de los ’60 y ’70 del fenómeno del rock. Los Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, David Bowie, Lou Reed, The Doors, golpean las puertas del cielo soviético y lo sacuden de modo sutil y más profundamente que las ojivas norteamericanas.
¿Es que se puede tapar el sol con las manos? ¿Es posible ejercer un control social con el presupuesto de un hombre mejor, cortándole las alas a su libertad? Este postulado está implícito y corre como savia por las entrañas de esta biopic rockera.
Un triángulo amorosamente naif entre Mike, la estrella ya instalada y reverenciada, su bella mujer Natasha y Víktor, una joven promesa en ascenso. Este enamoramiento tiñe las relaciones entre los tres, las cobija y enrarece. Mike reconoce el talento que ya se insinúa en Viktor y decide promover sus canciones, lo ayuda a concretar grabaciones y recitales. Al revés del comportamiento habitual en estos casos, Mike actúa como un protector de todos: de Viktor, de Natasha, del grupo que los acompaña a todas partes.
La secuencia de la playa, cuando los tres se ven por primera vez, cuando Víktor y su amigo son aceptados por el grupo de Mike, es sintomática de lo que vendrá: en medio del juego, la bebida, la música siempre presente, el amor acariciará a este trío, también a veces rasguñará sus corazones.
Filmada en un impecable blanco y negro, con unos planos secuencia de cuidadosa factura, con canciones integradas al relato y realizadas con estética de videoclip de los ’80, la película no decae en su ritmo narrativo manteniendo siempre un elaborado concepto en su dirección de arte.
LETO (Verano) es una mirada tierna, melancólica y muy bien contada de los inicios de la cultura rock en los finales de la dictadura soviética. El tiempo va ubicando todo en su divina proporción y los contestatarios no cambiaron mucho, ni la utopía comunista era puro error.
Eso sí: la libertad es un bien. El hombre en cualquier tiempo y lugar luchará por ella. Y la juventud es… un divino tesoro.