En“Leviathan”, Andrey Zvyagintsev, consigue exponer de modo profundo los valores del espíritu ruso. Pero Zvyagintsev al mismo tiempo reflexiona sobre un tema supranacional y “universal”, lo que le ha permitido ganar importantes premios, entre ellos ser nominada al Premios Oscar y ser ganadora como Mejor película de habla no inglesa en los Globo de Oro, Mejor película de habla no inglesa,premios BAFTA, Mejor fotografía Festival de Sevilla. El productor Alexander Rodniansky, hizo hincapié que la película contaba con el apoyo del Ministerio de Cultura y el Fondo Cinematográfico de Rusia. Su Globo de Oro es el primero que recibe una película rusa desde hace casi medio siglo (el anterior lo recibió la película “Guerra y paz” (1966) de Serguéi Bondarchuk).
Lo interesante de “Leviathan”es que no se trata de una obra de género o de época, sino de un drama de autor basado en la vida de una provincia rusa, en el lejano Ártico, en donde la falta de cultura, la pobreza de espíritu, la rutina y el paisaje desolado obligan a sus habitantes a vivir sin esperanza. La diversión tanto de jóvenes y adultos es beber, unos en una iglesia abandonada alrededor del fuego, y los otros en sus casas, bares y picnics.
Su argumento trata sobre la confrontación entre un simple mecánico de automóviles, Kolya (Aleksey Serebryakov), y Vadim(Roman Madianov), el alcaldede la pequeña ciudad de Teriberka, a orillas del mar de Barents, que en su afán empresarial, con el fin de enriquecerse bajo cualquier circunstancia, invade la casa y las tierras del protagonista. Los escasos aliados del personaje son: Liya (ElenaLyadova), su esposa, Roma (Sergev Pokhodaev), su hijo menor de edad, Dmitri (Vladimir Vdovitchenkov), un amigo y compañero de arnas que llega desde Moscú, abogado de profesión.
Pero este relato, Zvyagintsev, no lo toma de historias de la propia Rusia sino de la vida de un soldador americano, Marvin Himeyera, cuya casa y local querían ser comprados a precio vil por una fábrica de cemento. Marvin se encerró en una de las excavadoras de la cementera y desde allí destruyó el edificio de la fábrica y varios más, luego se suicidó. La idea original del director era hacer éste filme en Estados Unidos, pero luego de leer el cuento “Michel Kohlhass” de Henrich von Kleist, con argumento similar, se dio cuenta que debía cambiar el escenario ya que el tema tenía que ver con la motivación eterna de la relación poder-corrupción, y ésta no es propia de un país sino del mundo entero.
Zvyagintsev es un hombre de cultura y sabe que el argumento de la rebelión de un hombre contra el Estado está estrechamente ligado a la historia de la literatura universal, comenzando por la Biblia, pasando por “Tito Andrónico” de Shakespeare, “Los miserables” de Victor Hugo, “El jefe de estación” de Pushkin, “El capote” de Gógol, “Pobres gentes” o “Los demonios” de Dostoievski, “Lady Macbeth” de Mtsensk de Leskov, “Retrato de un hombre desconocido” y “El jardín de los cerezos” de Anton Chejov. A los que se le podría agregar algunos escritores de nuestra literatura latinoamericana: “El gaucho Martín Fierro” de José Hernández, “Casa tomada” de Julio Cortázar, “El recurso del método” de Alejo Carpentier, “Yo el supremo” de Augusto Roa Bastos, “El señor presidente” de Miguel Ángel Asturias.
El “Leviathan” del realizador ruso contiene en apretada síntesis todos los elementos de estas novelas u obras , y a menudo asociada con el Diablo, muy presente en la religión católica y judía, y uno de los principales conflictos de la cultura universal: el conflicto ente Dios y el Diablo por el alma del hombre. A su vez posee, también, otra acepción muy interesante desde el punto de vista político, expresada por el filósofo Thomas Hobbes, en 1651, en su ensayo “Leviathan” (Leviathan, or The Matter, Forme and Power of a Common Wealth Wealth Ecclesiasticall and Civil), construye una teoría sobre el Estado, monstruo, depredador y absolutista.
La imagen de un esqueleto de ballena en el “Leviathan” de Andréy Zvyagintsev, alude al “Leviathan” de Hobbes, al presentar al Estado como un monstruo que devora a los individuos y predice el inevitable triunfo de los poderosos y corruptos, en un entorno que entremezcla ruinas de la ex Unión Soviética con un cementerio de barcos. En una entrevista Zvyagintsev se refiere a ese tema y dice: “Nosotros vivimos en un sistema feudal cuando todo se encuentra en manos de una persona”.
En una conversación con Joaquín Soler Serrano, Octavio Paz explicó que “el gran criminal del siglo XX es el Estado”, al que Alonso Díaz de la Vega agrega: “El Estado fue el primer signo de civilización humana. De ciudad de Dios a ciudad del Capital, la historia de esta organización ha sido la del dominio en el nombre de un concepto: la divinidad de los reyes, el carisma de los dictadores, el dinero de los capitalistas. El Estado implica un orden, pero también una injusticia primaria: la del mando. El liderazgo es inevitable en cualquier organización animal, pero el de los hombres se caracteriza por una dotación de sentidos que conlleva deseo y corrupción”.
Si para Engels la propiedad privada es el principio de la civilización, para Zvyagintsev esa propiedad privada está en crisis en esta civilización, porque puede provocar la destrucción del individuo y su entorno, porque el “hombre como lobo del hombre” en toda la historia de la humanidad no escatimó los recursos para apropiarse de lo ajeno. Está conformó un mundo en el cual la justicia es un anhelo, y la institucionalidad una absurda aspiración que constantemente es contrariada por la realidad. El universo en el que habitan estos personajes (seguramente también miles de hombres en el mundo) es de rapiña donde sobrevive el rufián, y el hombre común tiene una existencia sometida, a la que se encuentra atrapado sin ninguna salida. Por eso la película se realiza en un área donde la belleza, fría y siniestra de la naturaleza domina al hombre, donde se siente (y muy bien transmite el operador de cámara Krichman) el poder primigenio de la naturaleza, inevitable e indiferente. Un pueblo donde los restos podridos de barcos y esqueletos de algunas ballenas, además de la grande con la que arranca y finaliza el filme, ensucian el paisaje. Para rodarla no hubo que hacer ningún decorado: los cascos de las casas, las iglesias y los barcos son imágenes reales.
En Andrey Zvyagintsev existen nexos comunes entre su primera y última realización: todas giran alrededor de núcleos familiares disfuncionales cuyos miembros sufren un fuerte desarraigo emocional. Pero mientras en “Vozvrashchenie/The return” (“El regreso· (2003) el drama giraba sobre la relación de un padre con sus dos hijos, después de su salida de la cárcel y la imposibilidad de recuperar el afecto de los mismos; en “Izgnanie / The Banishment” (“El destierro o exilio”, 2007) los protagonistas viven un autoexilio en donde todo irá derrumbándose cada vez más, a raíz de que la esposa de Alex le dice que espera un hijo que no es suyo, allí se produce otro exilio dentro del exilio, para lo cual se vale el director del paisaje desolado que rodea esa casa familiar. En “#1045;#1083;#1077;#1085;#1072;” (“Elena, (2012) la historia se organiza alrededor de una madre que se debe por completo a su hijo y nieto, pese a saber que no espera nada bueno de ellos. La línea de efecto hacia el espectador es una fotografía sucia e interpretaciones gélidas, sobre un sórdido drama de enfrentamientos familiares que apabullan con sus miserias.
En “Leviathan”, otra vez confronta al espectador con la sordidez y un estilo despojado a lo Robert Bresson, distante y extraño, cuyo relato es una oscura existencia sin horizonte. Una reflexión que no muestra alternativas, pero que invita a meditar sobre ellas. Es la trayectoria de un héroe absurdo que se convierte en trágico porque vive en una época dominada por la falta de fe, oprimido por las circunstancias y angustiado por una existencia vacía.
“El absurdo nace”, decía Camus, de la “confrontación entre la necesidad humana (felicidad y razón) y el silencio irrazonable del mundo”. Y afirmó que su propósito al examinar el absurdo era: “arrojar luz sobre el paso dado por la mente a partir de una filosofía de la falta de sentido del mundo”.
En “Leviathan”, Kolya es un héroe trágico-absurdo porque lucha contra una sociedad corrupta y se afirma en su negativa de someter su ética a las presiones chantajistas de un gobierno mafioso. En realidad Kolya se opone también al orden moral del universo.
Para Camus, el absurdo comienza con un imprevisto choque de reconocimiento (como en “El extranjero”) que revela al mundo como un lugar inhóspito, “súbitamente despojado de ilusiones y luces”. Kolya siente el mismo choque cuando se enfrenta a la justicia y los funcionarios corruptos. A partir de ese momento de reconocimiento se derrumba su escenario de estabilidad y comienza su caída. Ese quiebre o caída es en sí misma una afirmación del “logos universo”, es el hecho de que el mundo está regido por “razones irracionales” y sujeto a las leyes de causa y efecto.
“Leviathan” es un filme que articula con delicadeza de orfebre una descripción morosa de: personajes y situaciones bajo esa tenue luz nórdica, paisajes áridos y desolados, rodeados por un mar embravecido. Y por otra parte es un fresco de funcionarios corruptos y advenedizos, bendecidos por una iglesia que apoya a los ricos y olvida a los pobres (bella escena del batiuska (padrecito) comprando pan y reflexionando sobre la existencia de Dios con Kolya, al que considera como víctima de una maldición por no ir a la iglesia a rezar.
El realizador instala a los personajes en un ambiente que los condiciona y asfixia, los aproxima a su destino, y los condena. Con ingenio, mediante este tratamiento, descubre capa a capa la vida cotidiana de ese miserable pueblo del norte de Rusia, en el que todos sus habitantes viven de la industria pesquera (Liya que sale de su casa antes del amanecer, viajando a diario en el autobús con sus compañeras, entablando conversaciones vacías, con la mirada perdida, como una necesidad de fuga, entre las máquinas que trozan pescado), y cuya única diversión es ir a beber vodka hasta perder el sentido y practicar tiro sobre botellas o retratos que el policía de tráfico saca de los sótanos de su oficina: Lenin, Brefnev, Gorbachov, un Stalin cabeza abajo, pero salvan de las balas a Yeltsinporque fue un presidente inexistente. Secuencia muy significativa sobre el desprecio a los próceres del deshecho imperio soviético. En ese instante se comprende que no hay salida para estos personajes, todos ellos son perdedores. El poder, y sus leyes (la lectura apresurada de las sentencia por parte de la jueza como si fueran un moderno anuncio publicitario) los condiciona.
La banda sonora es otro de los elementos importantes de este filme, en donde según explicó Zvyagintsev en una entrevista “se entremezclan para las escenas de abandono y soledad partes de la ópera “Akenatón” de Philip Glass, con otras cuyos registros pertenecen a la música popular que suena en todas las tabernas y pequeños restaurantes: “Central de Vladímir” y “Chamán citadino” de Mijail Krug, “Una vida perdida”, de Liubov Uspienskaia, “¡Oh Dios que hombre!” de Natalia”. Tampoco dejó de lado al grupo punk de las Pussy Riot (condenadas por la iglesia y puestas en presión por el gobierno, hace unos años) al hacer aparecer el nombre del grupo brevemente en el televisor y luego son mencionadas por el Patriarca en su prédica.
Otra de las características en la cinta de Zvyagintsev (perteneciente al grupo de cineastas denominados metafísicos como Tarkovski o Sókurov) es que sin hacer política, indirectamente, de manera ecuánime, ataca a la iglesia de los poderosos, pero la defiende con la de los pobres. Golpea al gobierno con los corruptos, pero lo salva cuando al alcalde le grita a su
Esencialmente lo que preocupa a Zvyagintsev es la corrupción y la impunidad de ciertos funcionarios, algo con lo que también Putin debe luchar. Por eso lo presenta en dos ocasiones, una desde la pantalla del televisor y otra en un retrato colgado en la oficina del alcalde.
En síntesis, la obra es una maravillosa creación a base de planos fijos, cargados de simbolismo, con diálogos realistas, una cierta dosis de humor negro, en donde la pala de la excavadora irrumpe de pronto ante los ojos del espectador, en un giro espectacular del filme, como un enorme monstruo cuyas fauces devoran todo lo que encuentra en la vivienda, en la que todavía hay muebles, vasos y restos de comida sobre la mesa, dando zarpazos a derecha e izquierda (tal vez también haya sido para Zvyagintsev un mensaje hacia ambos lados políticos). Esa es quizás la imagen más dolorosa de la película y en la que el espectador se coloca al lado del paciente Kolya, quien como Job sufre todos los males que le envía Satanás, por no doblegarse a su deseo.
Zvyagintsev, dio varias vueltas de tuerca a su filme entre ellas el comienzo y el final que lo va construyendo segmento a segmento. En el principio Kokya pierde su casa, pero en el final su libertad, y no sólo eso: a su mujer que la matan, su hijo que va a parar a un orfanato y a su amigo que debe huir porque sino también era hombre muerto. Todo el filme es una alegoría de una vida que agoniza por falta de oxigeno y una metáfora de una próxima fatalidad, representada por un barril rojo que flota sobre el mar. Curiosamente este esquema es semejante a las películas de R.W. Fassbinder: “La ley del más fuerte” (“Faustrecht der Freiheit”, 1974), o “La ansiedad de Verónika Voss” (“Die Sehnsucht der Veronika1”, 1982), en la que se muestra la cara más turbia del milagro alemán.
Es una realización cuyas imágenes, muy bellas, nos remite a un mundo sin amor, sin compasión, que analiza la reacción humana frente a la adversidad que lo sobrepasa, en el cual se lee como una sentencia de la civilización, que es imposible confrontar a los Todopoderosos.