La fascinante historia de los hermanos gemelos Krays –macabros monarcas del hampa inglés durante buena parte de los años ’60– ya fue llevada al cine en 1990 en EL CLAN DE LOS KRAYS, una muy sólida película de Peter Medak. Un cuarto de siglo después llega una nueva versión de la historia, esta vez al mando de Brian Helgeland, el director de CORAZON DE CABALLERO y REVANCHA, pero mucho más conocido (y reconocido) como guionista de películas tales como LOS ANGELES AL DESNUDO, EL COMPLOT, RIO MISTICO y el ROBIN HOOD, de Ridley Scott, entre muchas otras.
La otra particularidad de la película es que, a diferencia de la anterior (que tenía como coprotagonistas a los hermanos Gary y Martin Kemp, músicos de la banda Spandau Ballet para más datos) aquí los dos personajes son interpretados por el mismo actor: Tom Hardy. Caracterizado de manera muy distinta para que nunca nos queden dudas cuál es cada hermano, Hardy logra hacer algo muy raro: estar muy bien en un papel y bastante mal en el otro. Como Reggie Kray, el más estable y organizado de los hermanos, Hardy es un clásico antihéroe que lucha consigo mismo entre dedicarse a cuidar su creciente imperio del crimen o ceder a los deseos de su joven esposa y dejarlo todo por una vida familiar. Su hermano Ronnie Kray, en cambio, es mentalmente inestable, violento y gay, de esos personajes que dan para que los actores se lancen a una barricada de gestos y tics premiables. Y, siempre dentro de su económico registro, Hardy cae en la tentación de hacer la “gran actuación”, logrando fascinar e irritar al mismo tiempo, pero principalmente lo segundo.
legendLa historia del ascenso y caída de los Krays –que se dedicaban al crimen organizado tras la fachada de sus clubes nocturnos de moda– la narra, sin embargo, Frances (Emily Browning), que empieza noviando y enamorándose de Reggie para luego casarse con él pese a la oposición de su familia, que sabía que la cuestión no tenía manera de terminar bien. Desde su punto de vista (no muy respetado, narrativamente hablando) vemos a Reggie crecer en su carrera como gangster y encontrándose, a la vez, con muchas complicaciones. Algunas provocadas por bandas rivales (la policía casi no los tocaba, pese a los intentos en vano de encerrarlos del investigador que encarna Christopher Ecclestone) y otras por su hermano Ronnie, que al salir de un instituto psiquiátrico quiere comandar la banda junto a Reggie pero su personalidad volatil y explosiva lo lleva a destruir prácticamente todo lo que se cruza en su camino, incluyendo la relación con su propio hermano.
Los “trucos” de cámara para hacer interactuar a Hardy con Hardy pasan inadvertidos la mayor parte de las veces y la narración es siempre fluida en lo que a eso respecta. Donde falla es en que da la impresión de quedarse más en el anecdotario de los hermanos, en mostrar algunas clásicas escenas violentas (hay un par de peleas completamente desquiciadas y cruentas) que en tratar de llegar a algo más profundo o complejo acerca de la peculiar historia y química entre estos dos hermanos. La parte familiar de los Krays (la relación de Ronnie con su madre fue crucial en la vida real) recibe poco tiempo en la película lo cual le quita buena parte de su particularidad y la convierte en una historia gangsteril acaso demasiado genérica.
legend hardysDe todos modos, en este universo Helgeland se mueve con conocimiento de causa y con una notable habilidad para escenificar algunos impactantes planos secuencia, a lo que hay que sumar las ya citadas escenas violentas que tienen un aire inevitablemente scorseseano, influencia que es notable también en el uso constante de canciones pop de la época. A diferencia de Scorsese, Helgeland no logra crear con esos mecanismos visuales algo que vaya más allá de una digna película de gángsters. Eso, igualmente, no es poca cosa. Es un género al que siempre le viene bien la presencia de un director sólido y conocedor del terreno en el que pisa.