Ronald y Reginald Kray fueron dos hermanos gemelos que lideraron el crimen organizado en la década del 60 en Londres y se convirtieron en seres temidos. En la película Tom Hardy asume con solvencia ambos personajes.
El mundo de la mafia golpea nuevamente con esta historia que ya fue llevada al cine por le director Peter Medak en El Clan de los Krays -1990-, con Gary y Martin Kemp como protagonistas. Esta nueva versión está inspirada en el libro de John Pearson, "La profesión de la violencia", y está a cargo del guionista y realizador Brian Helgeland, reconocido por el guión de Los Angeles al desnudo, con el que ganó el Oscar, y Revancha, con Mel Gibson.
Ronald y Reginald Kray fueron dos célebres criminales de Londres en la década del 60, dedicados al asesinato, al robo y a la extorsión. De personalidades contrastantes, uno esquizofrénico y el otro homosexual declarado, consiguieron trepar hasta lo más alto del mundo mafioso, generando admiración y miedo en aquellos que los rodeaban. La película muestra además a una inocente Frances Shea -Emily Browning-, una chica de los suburbios controlada celosamente por su madre, que comienza a relacionarse afectivamente con Reggie e ingresa a un mundo que no termina de comprender ni aceptar.
El film de Helgeland no ofrece nada nuevo en términos de películas sobre la mafia, concentra algunas escenas de acción pero su fuerte está en la potencia dramática que entrega la doble actuación de Tom Hardy, quien logra imprimirle rasgos opuestos a los dos gángsters gemelos. También la Shea, encarnada por Browning y Leslie Payne, el tesorero de la banda, personaje a cargo de David Thewlis, acaparan la atención del espectador.
Lo más interesante y atrapante de la propuesta pasa por el uso de la música y por las explosivas personalidades de los protagonistas. Hardy, aún comiendo y compartiendo un caramelo de limón con su conquista amorosa, nunca deja ese costado oscuro que cautiva a su prometida, mientras que Ronald no ahorra comentarios sobre su condición sexual ante los otros mafiosos de turno.
Aún asi, ambos tienen estallidos de violencia y problemas entre ellos. Las reuniones y fiestas siempre son arruinadas por sus actos violentos que no tienen límites, y también desfila una madre que prepara torta y los recibe en su hogar como si se tratase de niños. El relato nunca muestra la niñez de Ronald y Reginald y sólo se focaliza en su ascenso y caída. Dos caras de la misma moneda, la del crimen.