El director de la amable Corazón de caballero reconstruye la vida de dos gángsters gemelos (y famosos en Inglaterra) en un film execrable, excepto por la notable labor de su actor principal
La fascinación por las películas de gángsters tiene una explicación plausible: representan el costado ominoso de un sistema, su correlato estructural acallado, el lado inconfesable de una forma de vida que se justifica por su adoración al dinero y el poder intrínseco asociado a él. Las grandes películas del género nunca dejan de asociar el relato que ponen en escena con ese gran oscuro relato del capitalismo, una forma de vida que en ese género sugiere que el crimen organizado es constitutivo de su funcionamiento.
Basada en el libro La profesión de la violencia: el ascenso y caída de los gemelos Kray, el filme de Brian Helgeland es un intento casi caricaturesco de poner en escena la existencia sórdida de los dos hermanos que fueron los mafiosos más temibles de Inglaterra durante la década del ‘60: Ronnie y Reggie Kray.
Después de que una voz en off introduzca a los personajes y la época, la primera escena de relevancia tendrá lugar en un psiquiátrico. Sucede que Ronnie puede ser muy violento cuando su paranoia lo domina; además, es homosexual, una opción erótica que en ese tiempo y lugar de ningún modo resultaba indiferente, algo que el filme ni se molesta en explorar. Reggie, por su parte, no es menos violento que su hermano, aunque su conducta general contradiga cualquier manifestación patológica. La unión de los hermanos se presupone por su ostensible amalgama genética, una verdad asumida que el filme no es elocuente a la hora de demostrarla.
La realidad es que el trabajo de Tom Hardy es notable; sus composiciones de ambos hermanos solamente comparten sus rasgos básicos, ya que la repetición del semblante se contrasta por la diferencia de sus actos y modalidades expresivas. Por cierto, la única razón para ver este filme sociológicamente perezoso radica en el esfuerzo carismático del actor por revivir a esos dos psicópatas a los que la película les confiere el protagonismo y les asigna situaciones para dramatizar la insignificancia de sus respectivas existencias.
El otro personaje que importa es la esposa de Reggie, que durante casi todo el filme es nuestra anfitriona; gentilmente nos toma de la mano y nos pasea por este cuento sádico de familia en el que la historia es algo que sucede en otro lado y que poco tiene que ver con sus personajes principales y secundarios. El resto es pura ilustración mecánica de algunos eventos propios de la enunciación telegráfica de Wikipedia: los hermanos mataron a tantos, fundaron un club, se relacionaron con la mafia de Las Vegas, fueron perseguidos por un inspector y en algún momento murieron. Estas leyendas del hampa necesitarán otra película para ser recordadas, si es que merecen tener lugar en nuestra memoria. A priori y a posteriori del filme, eso no parece imprescindible.