La mirilla indiscreta
A partir de una anécdota mínima (un grupo de soldados israelíes dentro de un tanque a lo largo de 24 horas durante la guerra del Líbano, en 1982), Samuel Maoz expone -con una puesta virtuosa y sin concesiones que resulta todo un tour-de-foce- los horrores y excesos de todo enfrentamiento bélico. Tan lejos de la demagogia como de la denuncia subrayada, el guionista y director que ganó la Mostra de Venecia 2009 opta por darle al relato una dimensión física, íntima, trabajando sobre el encierro, la tensión, la claustrofobia y la progresiva degradación moral hasta llegar a un tono surreal, alucinatorio y terrorífico.
Cobardes, embargados por el miedo, llenos de reproches y remordimientos, los protagonistas observan a través de la mirilla del cañón del tanque (con su zoom impresionante o su sofisticado sistema de visión nocturna) cómo hasta los civiles son víctimas del arrasador accionar militar. Resultan, así, verdaderos voyeurs de los peores miserias de la hipocresía, el cinismo, la doble moral y todo lo despiadado que puede ser el hombre. Y nosotros, con ellos, también.