Sin novedad en el frente
Lo primero, y posiblemente lo que más sorprenda de esta realización, es su diseño de planta, esto es la ubicación de la cámara, ya que salvo en la imagen del inicio y en la última, la cámara no sale de un espacio reducido, mínimo, como lo es un tanque de guerra.
Desde allí el director israelí Samuel Maoz nos va a enfrentar, como espectadores, a todos y cada uno de los horrores de la guerra, cualquiera sea la excusa para que se produzca un enfrentamiento bélico, y no sólo lo hace en ese sentido, sino que también le sirve para instalar un discurso antibelicista por excelencia.
Para logra su objetivo hace uso de muchas imágenes ya vistas en infinidad de filmes: muertos, seres humanos descuartizados, humillados, hombres, mujeres, niños, ancianos, jóvenes, civiles y también soldados. Que en la realidad más conspicua esta dicotomía no existe, en el punto que, en principio, son seres vivos de esa misma especie.
La diferencia con casi todas las otras producciones que instalan ese mismo discurso antibelicista esta dado en ese lugar de construcción de personajes antes citados.
Realizaciones como “Sin Novedad en el Frente” (1930) de Lewis Milestone, basado en la novela del mismo nombre de Erich María Remarque, o “Apocalipsis Now” (1979), la genial obra de Francis Ford Coppola basada en la novela “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad. Asimismo se podría nombrar “La Delgada Línea Roja” (1998) de Terence Malik, basada en la novela homónima de James Jones. En la obra que no reúne lo que nos es narrado son las vivencias del director del filme, allá por el año 1982, durante la guerra entre Israel y Líbano. Todo el relato se cierra en las primeras 24 horas vividas.
Después de una imagen fija, un plano general de un espacio abierto, en un día soleado, que nos muestra un campo de girasoles que no están buscando el sol (estas flores se caracterizan por esa peculiaridad), sino que están giradas hacia abajo, no se las ve destruidas, pero no parecen tener vida. La prolongación temporal del plano sirve para observar no sólo que necesitan luz y calor, sino también agua. Y el agua es una metáfora clara de la vida, desde el inicio.
El corte nos instala ya dentro del tanque donde vemos a Assi, Hertzel, Ygal, Shmulik, este último es el artillero, (alter ego del director), el primero es el comandante del tanque, el segundo el encargado de ir cargando el armamento dentro del tanque, y el último el chofer. A ellos se le sumaran por momentos un capitán que dará instrucciones, un soldado muerto, un prisionero y un árabe “falangista” aliado de los soldados israelíes.
Todos estarán allí presentes con sus angustias, miedos, deseos, miserias, perversiones, proyectos, todos con la sola idea de sobrevivir a la locura. Estos personajes son desarrollados luego de mostrarnos una frase clave en el filme, dentro del tanque se puede leer “El hombre es acero, el tanque solo hierro”.
La clave para mantener la atención durante toda la proyección se encuentra en la soberbia puesta en escena, el manejo de la luz, el color y por sobre todas las cosas el sonido.
Un diseño de sonido pensado y trabajado en función de su estructura narrativa, esa mirilla que va paneando, instala un plus de suspenso, por momentos inusual siempre amenazante.
Una marcada indiferencia entre el adentro y el afuera, este visto desde la mirilla, a veces en color verde para la visión nocturna y el adentro del tanque, oscuro, sucio, poco aire.
Veinticuatro horas en el infierno contado en poco más de hora y media, un film duro, sin concesiones ni edulcoramientos, por momentos claustrofóbico.
Según un dicho popular que viene a cuento: “La guerra es una masacre de gente que no se conoce para provecho de gente que sí se conoce”