La guerra desde adentro
Es demasiado lo que se tiene que decir de una película como Líbano (Lebanon, 2009) y poco el espacio para hacerlo. Pero si en ese poco se puede transmitir aunque sea la mitad bastaría para hacerle justicia a una película admirable. El film de Samuel Maoz tematiza la guerra del Líbano pero mostrando la parte humana, aquella que una guerra, justamente, no necesita.
En el primer día de la guerra del Líbano, cuatro soldados israelíes deben luchar desde adentro de un tanque. Su juventud e inexperiencia en situaciones límite y de presión es lo que la película intenta dramatizar. Se suma a ellos el comandante de la tropa, encargado de indicar a los soldados los pasos a seguir y exponiéndolos al rigor de las órdenes que deben cumplir.
En escasas ocasiones la guerra es retratada en el cine de la manera que propone Líbano. La primera vez que Hertzel (Oshri Cohen), el encargado de disparar el tanque, debe acatar la orden de “fuego”, su mirada es casi la misma que la de las víctimas civiles del lugar que están destruyendo. Lo que se lee en sus ojos es pánico, piedad, pero nunca deseo de matar. En lugar de valentía y odio estos soldados temen por sus vidas, por la de la gente inocente y extrañan a sus familias. Se podría afirmar que el tanque de guerra funciona metafóricamente como la coraza de cada soldado por no salir a un exterior en el que deben necesariamente convertirse en asesinos. Si ninguno de ellos entiende por qué están luchando y por qué deben continuar atacando, un disparo es lo más insignificante, un acto de disociación que enloquecería a cualquiera.
La representación de la guerra no pretende ir más allá de lo que les pasa a los protagonistas y eso queda claro desde un primer momento. Sus miradas, sus expresiones de temor, sus palabras, es lo que la película coloca en un primer plano. Pero para que esta representación tenga mayor elocuencia cinematográfica hay un trabajo meticuloso del sonido y el fuera de campo. Estos elementos se armonizan perfectamente. El espectador, como Hertzel, ve el exterior a través de la lente del persicopio y escucha lo mismo que los protagonistas. Esta elección, lo mismo que trabajar como escenario el tanque de guerra, con su suciedad, sus olores, su amenaza constante; favorecen el dramatismo que el film necesita.
Líbano hace verdadero hincapié en lo que significa padecer una experiencia cercana a la muerte. Pero una muerte que es indescifrable, que no se puede prever. La que proviene de unas guerras sin sentido para los que tienen que reclutarse, sin saber cuándo o cómo regresarán a sus hogares. La debilidad del alma humana frente al caos irracional que éstas provocan y que necesariamente deshumanizan. Samuel Maoz se basó en experiencias propias como soldado novato en la mencionada guerra para escribir este guión. Debe ser por ello que fue capaz de presentar esas vivencias de un modo único y carnal, dejando en claro que la violencia de una guerra también es psicológica.