La mira que juzga
Más allá del indudable fantasma de aquel magistral film de Wolfang Petersen El barco, el director israelita Samuel Maoz logra con Líbano –galardonada con el León de Oro en el Festival de Venecia en 2009- un film que además de mostrar la deshumanización a partir de la guerra entre Israel y El Líbano es un interesante relato claustrofóbico que mantiene la tensión del espectador y reflexiona sobre la idea de representación cinematográfica desde la yuxtaposición de dos puntos de vista: el subjetivo de una mira de un tanque y el objetivo repartido entre cuatro tripulantes inexpertos dentro del vehículo.
Todo comienza en el primer día de la citada guerra el 6 de Junio de 1982 (cabe aclarar que la guerra entre Israel y El Líbano arrastra las consecuencias de un conflicto que comenzó en los 70, donde la presencia del terrorismo de la Hezbolá y los palestinos fueron el principal blanco para los israelíes que invadieron el sur de Beirut, ayudados por los falangistas católicos) cuando luego de una misión de reconocimiento de un pueblo, que fue arrasado por la artillería israelí, un tanque queda en el medio de la zona de conflicto a merced del enemigo y sin apoyo de los altos mandos para rescatarlo.
Sus cuatro tripulantes (Yoav Donat, Itay Tiran, Oshri Cohen, Michael Moshonov), jóvenes inexpertos, comienzan a vivir en carne propia el horror de la guerra que minutos antes sólo veían por el sesgado punto de vista de las miras en un rol de espectadores absolutamente pasivos.
En medio de tribulaciones, charlas triviales y un nerviosismo en aumento, a medida que avanza el tiempo y las condiciones de salir ilesos son cada vez más adversas, la trama se desarrolla prácticamente en su conjunto en el interior del tanque –otro personaje más en la historia- donde la destreza en la dirección es notable tanto en lo que concierne a la atmósfera agobiante que envuelve el relato y a la tensión dramática que va modificando paulatinamente la convivencia entre la tripulación.
A pesar de caer a veces en lugares comunes y de un desenlace demasiado previsible, el detalle resulta anecdótico ante la poderosa alegoría que rodea al film, así como su despojo de posiciones políticas o bajadas de línea ideológicas que podrían haber malogrado cualquier propuesta con el objetivo de resaltar los aspectos humanos sin importar desde qué bando se cuente la historia.
Por otro lado, el escenario donde transcurren la mayor parte de los hechos no cambió demasiado hoy en relación al conflicto político que subyace en la trama entre Israel y Sirios libaneses, que arrojan como saldo una enorme cantidad de muertos civiles como parte de los daños colaterales de una guerra absurda, la cual ya cuenta entre sus episodios nefastos con la masacre de mil refugiados palestinos llamada Matanzas de Sabra y Chatila, retratadas con crudeza en el film animado Waltz For Bashir.