El exorcista vive en Palermo y la gente sufre.
Sin proponerse establecer un parámetro entre lo real, lo sugestivo, o lo ficticio, la antropóloga Federica Di Giacomo tomó la difícil tarea de reducir, en un racimo de historias de gente católica que aduce estar posesionada por el demonio, un concepto general como el de los exorcismos, amparada en la figura de uno de los exorcistas autorizados por el Vaticano, el padre Cataldo, quien en sus intervenciones y giras por pueblos de Italia (él está en Sicilia y Dios en todas partes) aplica su don, e incluso exorciza vía celular sin tomar contacto visual o corpóreo con la aparente persona poseída.
La cámara de la directora es testigo y registra los exorcismos sin intervención en la puesta en escena, algo de documental de observación se respira en Libera Nos (conocida aquí en el BAFICI) pero la traza conceptual de este relato surge desde el otro lado del mostrador, es decir las víctimas de esos exorcismos, que no es otra cosa sintéticamente que gente que sufre. Mejor dicho creyentes con enormes crisis de fe atribuidas a que Satán entró en sus cuerpos y mentes para quedarse.
Existen multiplicidad de fenómenos que no pueden explicarse ni resolverse por los ojos de la ciencia, la medicina o cualquiera de las ramas racionales que se busquen. Pero si tomamos por ejemplo la psicología hay muchas similitudes en los síntomas de los exorcizados y el padre Cataldo también lo sabe cuando habla con aquellos que buscan imperiosamente su palabra en la puerta de la iglesia, de la calle o los desesperados padres con una adolescente que se viste como prostituta y justifica sus actos de rebeldía gracias a la presencia ominosa de los demonios que viven en ella y la rodean en ciertos momentos para la vergüenza de su familia.
A algunos colegas les ha resultado una falta de respeto reírse de lo que se ve en materia de exorcismos (gente que grita, que se contorsiona o simplemente cae tendida al recibir la mano en la frente del todopoderoso padre Cataldo) y achacan el problema al género de terror y a sus representaciones cinematográficas. Habría que dejar tranquilo al género y repensarlo en todo caso porque nada de lo que se ve -hay que creer como primera medida en lo que se ve- dista de aquellas películas basadas en hechos reales. El documental per sé no acredita ni desacredita el concepto de verosimilitud porque su esencia de encontrar en la expansión estadística de pedidos de exorcismos en los últimos años con el epicentro en el lugar donde más aumenta en cantidad que es Sicilia exhibe que la batalla entre el Bien y el Mal en el mundo real la sigue ganando por afano Satán y sus demonios porque la gente sufre antes de rezar.