El exorcismo más estrafalario de la historia
Mezcla mitad y mitad de policial de investigación y película de terror demoníaco, Líbranos del mal, del “especialista” Scott Derrickson (El exorcismo de Emily Rose), es algo así como una mesa de saldos y retazos de un imaginario local de venta de guiones. Lo cual, a priori, podría no ser tanto un problema como un punto de partida para dejar volar la imaginación. Al fin y al cabo, El exorcista, Se7en-Pecados capitales y Poltergeist (entre otros films regurgitados aquí frontal y tangencialmente) han sido poderosamente influyentes –de una u otra manera, para bien y para mal– y se han transformado en consejeros de más de un título interesante. En Líbranos... la cosa no arranca del todo mal, con un Eric Bana metido en la piel del oficial Sarchie, un policía neoyorquino que cae en la cuenta, sin menosprecio de un escepticismo inicial a prueba de balas, de que algunas cosas locas andan sucediendo en el Bronx. Una madre que revolea a su pequeño hijo a un foso del zoológico es el disparador de una pesquisa que lo pondrá en la pista de un plan literalmente diabólico.
Más allá de los lugares comunes que comienzan a acumularse y de una construcción del famoso “verosímil” que cuelga de un hilo muy delgado, la primera hora de proyección logra mantener cierto nivel de tensión y suspenso, lo mínimo que puede pedírsele a una producción de este tipo (cortesía de Jerry Bruckheimer, usualmente afecto a súper películas de mayor perfil). De allí en más, la cosa comienza a desbarrancar a alta velocidad, acumulando golpes de efecto, líneas melodramáticas de dudoso gusto narrativo y culpas traumáticas del pasado, incluido un flashback que transmuta al protagonista de tipo duro a maldito policía sin demasiada justificación (ni condena judicial). Por cierto, Sarchie está casado, tiene una nena de seis años y espera un segundo hijo, elementos que, previsiblemente, pasarán de los márgenes al centro del conflicto cuando las papas comiencen a quemar.
En algún momento aparece en escena el Padre Mendoza (Edgar Ramírez, el Che de Soderbergh y el Carlos de Assayas), un sacerdote con prontuario de pecador dedicado a perseguir y combatir al Diablo en cualquiera de sus manifestaciones terrenas. Así las cosas, Líbranos del mal avanza con su pesada carga –primeros planos como único recurso para transmitir emociones, al menos una docena de escenas con diálogos explicativos– hacia el inevitable desenlace. Final que incluye la escena de exorcismo más estrafalaria de los últimos años, suerte de versión explicada y dividida en capítulos de la famosa escena de confrontación final entre el padre Karras y la poseída Regan. Como en todo film de horrores católicos que se precie, el equilibrio volverá a recomponerse en el epílogo, aunque para los guionistas la tranquilidad del espectador pesa más que la idea de entrega, sacrificio y expiación cristiana. De fondo suena The Doors, no una o dos, sino muchas veces, particular caso de mal chiste transformado en fastidiosa recurrencia sonora.