Demonios como entretenimiento
Podríamos decir que Scott Derrickson es un director sólido, alguien con cierto criterio que ha obtenido sus mejores resultados en el género de terror. Sinister ha recibido buenas críticas y El exorcismo de Emily Rose, en su momento, fue una buena actualización de las películas de poseídos que llenaba el vacío que habían dejado las horribles precuelas de El exorcista. Estamos filtrando su horrible versión de El día que la tierra se detuvo y preferimos no saber nada de Hellraizer V. Sin embargo, Líbranos del mal lo deja bien parado porque, aún con sus fallas e incongruencias, no olvida nunca el objetivo de entretener.
No es ninguna novedad que Líbranos del mal es en principio una mezcla de géneros, concretamente un policial con elementos sobrenaturales, y más concretamente aún, es la historia de un policía que investiga un crimen cuyos sospechosos están poseídos por algún demonio. Sarchie (Eric Bana) es ese policía que por supuesto tiene un pasado oscuro, tiene un gracioso compañero, Butler que es interpretado por el bueno de Joel McHale (Jeff Winger de Community) y Edgar Ramírez interpreta al exorcista de turno llamado Mendoza (nombre que debería ser abolido desde el chiste clásico de Los Simpson), una especie de lugar común mezclado con John Constantine y cuyo rol principal es explicar todo lo relativo a demonología a Eric Bana y a nosotros.
Derrickson encuentra el tono de Líbranos del mal en la exageración, aplica un ritmo trepidante al relato (por momentos apurado) que no deja procesar del todo lo que está pasando, y que -sin embargo- nos introduce toda la información necesaria de manera bastante ordenada. En el momento de presentar lo sobrenatural, este director no se anda con sutilezas, desde El exorcismo de Emily Rose que maneja bastante bien el combo suspenso-susto y debe ser de los que más comprende cuándo asustar y cuándo dejar pasar la oportunidad. Además siempre utiliza sustos sustanciales, no vamos a ver acá una sombra mal interpretada subrayada por música exageradísima; cuando Derrickson asusta apela directamente a mostrar algo horroroso y contundente.
Los problemas de Líbranos del mal empiezan luego de la mitad cuando Derrickson no se decide en cómo dosificar las subtramas y desarrolla los conflictos apelando a puros lugares comunes y cayendo en ciertas lagunas. Por ejemplo: Joel McHale desaparece un rato largo sin demasiadas explicaciones, Edgar Ramírez pasa a ser, de repente, un coprotagonista, los convencionales problemas familiares del personaje de Bana toman un protagonismo dentro del relato principal demasiado forzado. Pero Derrickson no deja escapar la tortuga, y acomoda todas las piezas hacia el final para cerrar con un exorcismo guarango y memorable que nos salva del mal y del tedio a la vez.