Camino al infierno (cinematográfico)
Lo primero que se ve en Libre de sospecha es la frase “In memoriam Aníbal Di Salvo”. Ya desde el comienzo el film toma posición, colocando como referente a un realizador que tuvo entre su filmografía títulos como Atrapadas (1984), Las lobas (1986), Enfermero de día, camarero de noche (1990), El Che (1997) y Chúmbale (2002). Si ese arranque preanuncia cosas no precisamente buenas, el film de Emilio Blanco luego se encarga de confirmarlas, incluso para peor.
Todo está mal en Libre de sospecha, que tiene demasiadas ambiciones y poca capacidad para llevarlas a cabo. El relato, situado en el 2001, durante la instauración del “corralito” por parte de Domingo Felipe Cavallo, se centra en Víctor Aranda (Miguel Habud), un contador que en el medio de la crisis debe lidiar con su ex esposa, quien lo persigue por su contribución mensual; su actual novia, una chelista que está por irse a París luego de obtener una beca para continuar sus estudios; y la financiera donde trabaja, en la que su jefe planea cerrar todo e irse de manera no precisamente legal. Es ahí cuando a Víctor se le ocurre un plan para quedarse con un montón de dinero y reunirse con su pareja en el paraíso parisino. Pero esa historia que pretende ser todo un recorrido moral con la mayor crisis económica de la historia argentina como telón de fondo nunca funciona, por diversas razones, en principio formales: los personajes no adquieren en ningún momento el espesor requerido para capturar la atención del espectador -de hecho, hay varios, como el de Mimí Ardú, que parecen estar sólo como mero relleno-; las actuaciones son de trazo grueso, con cada gesto remarcado; la música atrasa mínimo treinta años, recordando al peor cine nacional de los ochenta; y el guión tiene numerosos puntos muertos donde no pasa absolutamente nada -pecado mortal para un thriller- y diálogos repetidos hasta el hartazgo a través de la voz en off. Y esta es apenas una enumeración bastante resumida.
Pero encima, Libre de sospecha no está ni cerca de ser un retrato de una época extrema, ya que sólo le importa el “corralito” del 2001 como dato y no como contexto para su narración. Su reconstrucción carece de verosimilitud no sólo desde lo técnico sino también desde lo climático, lo ético, lo moral y lo político. Sin salir en ningún momento de todos los lugares comunes posibles sobre las relaciones de poder y con personajes femeninos que parecen trazados para confirmar todas las afirmaciones machistas, Libre de sospecha es un film insalvable en todos sus aspectos desde el minuto uno y que queda condenado al peor de los destinos.