Una película hecha por la familia y amigos
Licorice Pizza es la nueva película de Paul Thomas Anderson, el talentoso director que nos ha dado obras como Boggie Nights, Magnolia, There Will Be Blood y The Master, entre otras. A lo largo de sus nueve largometrajes, el cineasta ha trabajado con guiones prácticamente originales -a excepción de There Will Be Blood e Inherent Vice, donde adaptó las novelas Upton Sinclair y Thomas Pynchon, respectivamente- y en esta ocasión se basó en experiencias propias y en las de su amigo Gary Goetzman.
Lo último de Anderson (a partir de ahora PTA) es una coming of age (género que se centra en el crecimiento psicológico y moral de los protagonistas, por lo general, desde la juventud) alejada de los estereotipos de la comedia romántica, y sigue la historia de amor y desamor de Gary Valentine y Alana Kane, enmarcada en el Valle de San Fernando en los Ángeles, California. Él es un actor infantil quinceañero, muy inteligente y con habilidad para los negocios, y ella una joven diez años mayor que él que parece sorprenderse del «mundo» e intenta madurar.
Y aquí hacemos un paréntesis, porque parte de la frescura que vitaliza esta oda a la nostalgia y juventud setentosa se basa en la acertada apuesta de darle el protagonismo a dos actores debutantes: Alana es encarnada por Alana Haim, integrante de la banda Haim, de la cual PTA ha realizado varios videoclips, y Gary, por Cooper Hoffman, hijo del fallecido -y me pongo de pie para aplaudir- Philip Seymour Hoffman, actor fetiche del director. De hecho, las hermanas de Alana, Este y Danielle, quien además forman el mencionado grupo musical, y sus padres también aparecen en la película.
En otro orden, realizan cameos la propia esposa de Anderson, Maya Rudolph, los hijos que la pareja tiene en común y amigos de los mismos, John C. Reilly, otro de sus colaboradores habituales, y la banda sonora está cargo de Jonny Greenwood, multinstrumentalista integrante de Radiohead, otro artista que mucho ha trabajado con PTA. La misma también incluye canciones de la época de artistas como David Bowie y Paul McCartney, elección simplemente fantástica para ser el telón de fondo de la acción y retrato de los personajes.
Licorice Pizza podría ser la típica historia de «chico conoce a chica», y viceversa, un argumento obviamente ya visto, pero en este film importa mucho más el cómo que el qué. A lo largo de las aventuras de Gary y Alana veremos apariciones de importantes figuras. Cada una de esas escenas podría ser un corto en sí mismo, por su bestial potencial, y donde aparecen personajes basados en personas de la vida real, ya sea que se mencionen con su verdadero nombre o uno similar. Así es como vemos desfilar a Sean Penn, Tom Waits, Bradley Cooper, Ben Safdie y más, en momentos donde la película parece querer ir por otro camino, pero se contiene y se vuelve a encausar en esa historia de «amor platónico».
Con una ambientación de época y estética alucinante, PTA nos brinda esos planos secuencia tan característicos, y un montaje tan bien aceitado, en su afán de retratar esos ’70 angelinos. Algo que nos recuerda a lo hecho por Quentin Tarantino en Once Upon a Time in Hollywood (2019), de finales de los ’60; ya que ambos desperdigan referencias cinéfilas y musicales por doquier y apuntan a la industria cinematográfica de cada respectivo tiempo histórico. Anderson había hecho algo similar en Boogie Nights e Inherent Vice.
Sin dudas una de las mejores películas de 2021, un portal para trasladarse a otro tiempo, dejarse llevar por un carrusel de sensaciones y saborear un cine hecho con mimo, entre amigos y familia. Gracias PTA.
Puntaje: 10/10
Por Federico Perez Vecchio