En la primera escena de esta entrañable película se sientan las bases de todo el relato, que nos mantendrá en vilo hasta el final, tratando de develar qué pasa con Alana y Gary, quienes a pesar de la diferencia de edad que tienen (casi 10 años), se verán ligados el uno al otro hasta el esperado beso, que se hace esperar, y mucho.
Él, a pesar de su corta edad, la invita a cenar, ella acepta esa invitación sin saber que en esa frase que él le dice a ella, retrucando la mención que ella hace sobre que seguramente la olvidará, determinará absolutamente todo el tempo narrativo de esta emocionante comedia romántica que recupera el espíritu de la screwball para construir una apasionante propuesta en la que, una vez más, Paul Thomas Anderson demuestra su oficio y mirada bella para dirigir.
La nostalgia sobre una época que no volverá, con emprendimientos, pinballs, camas de agua, actores de renombre y una estrella cercana, terminarán por cimentar todo el relato, en el que, desde esa frase inicial, demuestra cómo el miedo al olvido puede potenciar premisas y el romance.