Se estrena Life: vida inteligente, de Daniel Espinosa, con Jake Gyllenhaal, Rebecca Ferguson y Ryan Reynolds. Un thriller de ciencia ficción que depara pocas sorpresas.
La ciencia ficción cambió para siempre el día que Stanley Kubrick puso un hombre en el espacio. A partir de ahí el género sería tomado un poco más en serio, para convertirse en algo de culto, con sublecturas inesperadas y cruces mitológicos que la expondrían a un futuro alentador con respecto a avances tecnológicos y nuevos mecanismos narrativos.
Entre 1968 (2001, odisea del espacio) y 1982 (Blade Runner) los viajes espaciales y las imágenes futuristas tendrían su etapa más innovadora, a la que aportaron también La guerra de las galaxias, Encuentros cercanos del tercer tipo, E.T., y Alien, el octavo pasajero.
Alien: el octavo pasajero, el film de Ridley Scott, cambió la forma de ver el cine de extraterrestres. El monstruo tenía connotaciones fálicas y la visión del director conjunta a la de Dan O´Bannon y H.R. Giger la inmortalizaron como una obra maestra, que tuvo secuelas más o menos decentes -más con Aliens de Cameron, menos con lo que siguió-.
Life: vida inteligente no es una secuela sino una especie de remake encubierta, filtrada por el éxito de Misión: rescate -el regreso de Scott al buen cine-. Pero el director de Thelma & Louise no está a cargo de esta obra sino un protegido suyo: el discreto sueco-chileno Daniel Espinosa (realizador de la decepcionante Crímenes ocultos), con un guion original de Rhet Reese y Paul Wernick, los mismos que escribieron Deadpool y Tierra de zombies. Aunque, esta vez, el ingenio y la imaginación la dejaron en sus comedias.
Una estación espacial girando alrededor de la Tierra es el único escenario de la historia. Seis astronautas de diferentes etnias -¡comandados por una rusa!- tienen la misión de recoger -a través de un robot- un meteorito proveniente de Marte con una célula viva. Espinosa, a través de un plano secuencia -claramente falseado e inspirado por Gravedad– comienza a presentar a los personajes con sus micro conflictos, al mismo tiempo que narra el periplo de los mismos para controlar y asir al satélite que viene con la muestra desde el planeta rojo.
Lo que sigue a continuación es el diario de evolución de esta célula viva -llamada Calvin, por culpa de una escena tan políticamente correcta que da a pensar que es una burla de los guionistas, pero lamentablemente no es así- hasta convertirse en un pequeño monstruo que se irá tragando uno a uno a los integrantes de la nave.
Espinosa parece copiar el film de Scott de 1979 casi al pie de la letra, incluso dejando, en principio, al héroe -o algo así- Jake Gyllenhaal, en un segundo plano. Pero la diferencia es que entre estos personajes no hay conflictos. Son una familia feliz que trabaja en conjunto. Prácticamente no hay roces y si hay una decisión riesgosa todos terminan aceptando las consecuencias.
Con pocas sorpresas, Life: vida inteligente no tiene vueltas de giro. Las escenas se suceden con suspenso de manual, FX no demasiado innovadores y una música que pretende imitar acordes de Vangelis, pero termina siendo una más para generar tensión y efecto en los momentos que se necesitan para “asustar” al espectador.
Y si bien durante el desarrollo el “misterio” funciona, son algunas incoherencias dentro del verosímil las que empiezan a alertar que los guionistas le pusieron pocas ganas a la escritura. Ya el desenlace es tan obvio que abruman las previsibles posibilidades que tienen los protagonistas que quedan para sobrevivir: el camino feliz que dejaría satisfecho al público optimista, o el desenlace pesimista que es aún más previsible que el camino feliz. No contaremos, por acá, cuál elige Espinosa.
En conclusión