El argumento es simple y conocido: una tripulación conformada por seis científicos, es enviada en una misión espacial para comprobar si hay indicios de vida en Marte. Y el resultado es asombroso, entre las muestras de tierra provenientes del planeta, descubren y reaniman a un organismo viviente.
Lo que en un principio parece inofensivo y experimental, poco a poco se irá transformando en un verdadero infierno. Una forma de vida, del tamaño de un dedo, irá creciendo y adquiriendo una fuerza descomunal, a la par que evolucionará su inteligencia.
Es inevitable encontrar en esta historia reminiscencias a la cinta de culto Alien, el octavo pasajero, en la que un monstruo extraterrestre aniquilaba uno a uno los ocupantes de una nave espacial. Las similitudes son varias, hasta su construcción formal: un thriller agobiante, terrorífico y letal. Quizá la diferencia radica en que Life indaga más en la psicología de sus eclécticos protagonistas.
Un doctor melancólico que rechaza a nuestro planeta y encontró “su lugar” en el espacio (Jake Gyllenhaal); un científico ambicioso, al estilo Frankeistein, que considera a sus creaciones y hallazgos más importantes que su propia vida (Ariyon Bakare); un experto en sistemas (Hiroyuki Sanada) que asiste al parto de su esposa a través de las imágenes de un ordenador y una joven médica (Rebecca Ferguson) apasionada por su profesión, son parte de los personajes que aportarán a la historia conflictos cotidianos y terrenales. Un entramado complejo que trasciende a seres motivados solo por la pura acción.
En una declaración, Espinosa ha referido que una de sus tantas influencias en este film fue Solaris de Tarkovsky. Si bien ambas películas tienen en común el motivo del espacio, así como ciertos climas contemplativos que, por momentos, logra concebir el realizador, difiere mucho del aquel discurso filosófico y moral que desarrollaba el genio ruso. Para Tarkovsky el género era una excusa, en Life es un atributo.
Mientras todo marcha a la perfección, los habitantes del universo Life levitan en el espacio con cadencia y elegancia. Cuando la situación se comienza a degradar y se escapa de las manos, el andar gravitatorio se vuelve tosco y nervioso, como también la narración del film. In crescendo se generará una atmósfera asfixiante y pavorosa. Al igual que los protagonistas, nos quedamos sin oxígeno ante un exponente de ciencia ficción, que si bien no aporta ningún componente especial al género, recrea con dignidad buena parte de sus tópicos.