El club de los superhéroes solitarios
La esperadísima Liga de la Justicia no tiene nada que se salga de la fórmula ya probada en Batman v Superman: El origen de la justicia y Mujer Maravilla. Como aquellas dos, es una película despareja, con algunos pocos momentos de inspiración y muchos donde el bochinche de efectos especiales, los diálogos intrascendentes y las situaciones ligeramente estúpidas ganan la batalla. El director Zack Snyder es un consagrado esclavo de Hollywood que hace lo que puede. Más no se le pude pedir.
Lo que resta por decir también se ha dicho antes. La distribución de los planos, la estructura argumental, las escenas de acción, la historia son muy parecidas a las de anteriores entregas de DC. La lucha de los superhéroes contra el villano poderosísimo de turno es el centro de la trama. Lo único que cambia son las motivaciones de los villanos, aunque no tanto.
Con su casco con cuernos y su enorme hacha de fuego, el gigante Steppenwolf viene de otra dimensión en busca de las Cajas Madres para dominar el mundo. El personaje luce amenazador e invencible, aunque predecible y algo torpe, casi como el resto. Una de las constantes de las megaproducciones de DC es el grosero trazo grueso, la notoria tosquedad con que delinean a sus protagonistas, siempre al borde del ridículo.
La novedad es justamente la incorporación de los nuevos personajes: Barry Allen/Flash, Victor Stone/Cyborg y Arthur Curry/Aquaman. La expectativa estaba en ver cómo quedaban ensamblados en la historia. Snyder no se complica: dedica la primera hora de la película a presentar a cada uno de los integrantes de la liga, como sucedía en Escuadrón Suicida (David Ayer, 2016). Acá también la presentación es anodina y rutinaria, pero lo que salva del aburrimiento absoluto a ese primer momento es la gracia joven de Flash (el más inocente, ocurrente y curioso de todos), interpretado por un convincente Ezra Miller.
En la segunda parte, dedicada al enfrentamiento de la liga contra Steppenwolf y su ejército de bicharracos voladores, los efectos computarizados están a la orden del día. Snyder dosifica con mucha cautela el humor y las escenas de acción, quizás los dos elementos más destacables de la película, acertando al alejarse de los productos humorísticos de la marca Marvel.
Pero Liga de la Justicia desaprovecha algunos elementos que hubieran enriquecido la historia. La escena en la que el Hombre de Acero se enfrenta a sus propios compañeros es un momento que no está lo suficientemente aprovechado. La trifulca se resuelve rápidamente y de manera mecánica y simplona.
Las actuaciones también son débiles: Ben Affleck tiene cara de piedra y un cuerpo trabado, casi inamovible (y en ningún momento se nota la aflicción que supuestamente siente por lo que está sucediendo). Y lo mismo pasa con Gal Gadot, que siempre está posando para el GIF.
De todas maneras, lo importante de la película es su costado más lúdico, esas luchas de los personajes que se parecen mucho a cómo hacíamos pelear a los muñequitos con los que jugábamos en la infancia. Liga de la Justicia es eso, un juego cinematográfico para niños adultos. Y es también, o por eso mismo, una correcta película olvidable de superhéroes.