La Liga de la Justicia es un caso raro donde, a pesar de estar presentes todos los elementos destinados a fracasar (múltiples guionistas, cambios a último momento, problemas de producción, etc), el producto final funciona, a fuerza de entretenimiento capaz de distraer sus torpezas. Parece apenas un decente y mediano logro, pero es mucho más que eso: vale recordar que su pariente más directo, Batman v Superman, fue un desastre de monumentales proporciones, que recién pudo ser corregido cuando su colega Mujer Maravilla (Wonder Woman) supuso un éxito de crítica y público, también a principio de este año.
De claro corte Marvel a la hora de mezclar historias (nos referimos únicamente al cine, ya que en historietas fue DC -nobleza obliga- quien inició la propuesta), La Liga de la Justicia es un rejunte de superhéroes que deciden unirse para salvar al mundo de…. alguien. Vaya uno a saber quién o quiénes, porque no tenemos tanta información al respecto como para retenerla: resulta que hay un tal Steppenwolf que destroza mundos porque, aparentemente, está enojado. Eso es todo lo que debemos saber. Sí, seguro, el personaje es más interesante en versión papel y tinta, pero aquí no tiene desarrollo como para que lleguemos siquiera a comprender la magnitud de su ira. Ira que, lógicamente, no puede ser controlada por tan sólo un superhéroe sino varios, y ahí es donde impera la necesidad de desarrollar una Liga de la justicia.
Ben Affleck repite su rol como Batman, artífice de esta reunión de consorcio de talentos extraordinarios, y lo hace ya no desde la solemnidad sino desde un costado más ameno y comprensivo. Tiene sentido: su oscuridad y resentimiento, en parte, llevaron a la muerte de Superman en el anterior capítulo, y el hombre no puede más que sentirse culpable y querer remediar este hecho. La Mujer Maravilla (Gal Gadot) no tarda en razonar la propuesta de Bruce Wayne, mientras que Aquaman, (Jason Momoa) que por fortuna hace mucho más que hablar con los peces, y Cyborg (Ray Fisher) no parecen del todo convencidos. Sí lo está, por otro lado, Flash, que en verdad lo hace porque realmente necesita amigos. No es ningún spoiler adelantar que Superman terminará siendo también de la partida (está en el afiche del film, no hay excusa para irritarse) y que su rol será clave a la hora de dar por concluida la ira de Steppenwolf.
Zack Snyder dirige pero con la ayuda de Joss Whedon, quien abordó el proyecto tras complicaciones personales del primero, y también metió mano en el guión. Whedon, conocedor de las historias multiprotagonistas (es, después de todo, el responsable de los Avengers), corrige así un poco el rumbo que DC venía tomando a la hora de entremezclar personajes. Uno de los problemas del film, sin embargo, es que por momentos se nota el cambio de tono: podemos decir con precisión qué partes corresponden a Snyder y qué momentos tienen el sello de Whedon, aunque afortunadamente nunca llegan a molestar, en una película donde siempre está pasando algo.