Basada en una exitosa serie de libros infantiles, esta fábula de una familia que se encuentra con un cocodrilo cantante intenta -no siempre lo lograrecuperar las formas, los colores y los modos del cine de animación, remedando la ilustración infantil, y al mismo tiempo disponer de moralejas varias: el valor de la familia, de la amistad, de la aceptación del (y de lo) diferente, y varios etcéteras. Llena de canciones -básicamente se trata de un musical, e incluso de un musical de bambalinas, una de las grandes creaciones del Hollywood clásico-, funciona bien aunque por momentos se siente demasiado infantil. Entiende bien el juego Javier Bardem (cuya ductilidad a esta altura es para sacarse el sombrero) y no tanto algunos otros miembros del elenco. De todos modos, hay un problema que ya parece endémico: la necesidad de dejar a toda costa una enseñanza única (la o las moralejas de las que hablamos más arriba), que lastran innecesariamente lo que de todos modos se entiende de modo claro. Y sí, se nota la mano de Lynn Manuel-Miranda en la música (deberemos acostumbrarnos, aunque dista mucho de ser Cole Porter, precisamente).