El experimento de la democracia
Steven Spielberg eligió un pasaje fundacional de la historia de su país, la votación de la Décimotercera Enmienda (1865), decisión que lo ata a la letra de los documentos y a la memoria del público estadounidense.
Lincoln, la película, cuenta con el respaldo de las fuentes consultadas y se eleva a drama histórico gracias al talento del director. El tema de la esclavitud ha acompañado a Spielberg desde El color púrpura (1985). En Lincoln, desarrolla las argumentaciones a favor del abolicionismo en un filme de tesis. Lo asiste un elenco notable.
Daniel Day-Lewis logra una vez más una interpretación extraordinaria. Sally Fields, como la esposa Mary Lincoln y Tomy Lee-Jones, como el congresista Thaddeus Stevens, deslumbran en el lúgubre escenario de la Guerra Civil, mientras Lincoln negocia la votación para abolir la esclavitud. El presidente ya había dado un paso, transitorio, al obtener la libertad de los esclavos para que los negros fueran al frente de batalla. Guerra sobre guerra: una, cuerpo a cuerpo; la otra, con las ideas y las palabras.
Spielberg pone su genio al servicio de escenas difíciles de sostener: Lincoln habla, discute, cuenta anécdotas, da órdenes, moviéndose como un santón desgarbado, cansino, por momentos exasperante. La furia está en las argumentaciones y en la mirada penetrante del hombre acusa de arruinar económicamente a los señores esclavistas del sur.
El actor comentó el trabajo que realizó para emular el tono y los ritmos de la oratoria del presidente. La musicalidad salva las escenas del aburrimiento, además del peso que adquiere el tema de la democracia, sus crímenes y negociaciones, su valor y sacrificios.
La joven democracia de la Unión protagoniza el experimento más osado, esto es, alcanzar la paz después de la guerra fratricida y votar la libertad de todos los ciudadanos. Spielberg maneja la tensión al límite en la escena del voto cantado en la Cámara.
El director instala la cámara en la Casa Blanca, pone luz y sombras en los dramas humanos detrás de las grandes decisiones. Aun así no puede bajar al prócer de la estatua, pero ofrece una película con su sello estético, para quien quiera ver y escuchar.