Mucho más que un perfil
A Steven Spielberg le gusta retratar episodios fundamentales de la Historia. Después de filmar la primera guerra mundial en la reciente Caballo de guerra y la segunda guerra en películas como Rescatando al soldado Ryan y La lista de Schlinder, Spielberg decidió meterse con la tragedia fundacional de Estados Unidos, la Guerra de Secesión y la figura de Abraham Lincoln, decimosexto presidente norteamericano y verdadero mito de la historia política de su país. La película, que llega el jueves 7 a los cines y encabeza la carrera por los Oscar con doce nominaciones, no es una biopic como el título podría hacer creer, ya que no cuenta toda la vida del presidente norteamericano y ni siquiera todo el transcurso de su presidencia. Lincoln es un logrado retrato del personaje y de cómo funciona una democracia moderna. Encabezado por Daniel Day Lewis en un papel que seguramente marcará su carrera, el elenco se completa con Sally Field como Mary Todd Lincoln, Joseph Gordon-Levitt como su hijo Robert y Tommy Lee Jones, genial en el papel del congresal Stevens, entre otros grandes actores.
Persiguiendo a Daniel
Lincoln es un proyecto de larga data en la vida de Spielberg. Según él mismo contó, la figura del presidente norteamericano lo ha obsesionado desde chico. “Siempre he tenido interés en contar una historia acerca de Lincoln. Recuerdo haber tenido cuatro o cinco años cuando vi por primera vez el monumento a Lincoln y haber estado terriblemente asustado por el tamaño de la estatua en esa silla, pero entonces me fui acercando poco a poco y quedé completamente cautivado por su rostro. Nunca olvidaré ese momento. Me dejó preguntándome acerca de ese hombre”, cuenta el director, que en 1999 dio el primer paso para concretar el anhelado proyecto. Cuando se enteró de que Doris Kearns Goodwin estaba escribiendo el libro “Team of Rivals: The Political Genius of Abraham Lincoln”, decidió comprar los derechos aún antes de que estuviera terminado. Pero al director le llevaría doce años concretar el proyecto, en buena medida por aferrarse a la decisión de que el protagonista fuera Daniel Day-Lewis.
Spielberg sabía desde el comienzo que el papel tenía que ser para él. En 2003 lo contactó por primera vez y le mostró un guión muy distinto al que terminaría filmando, que se concentraba en los últimos tres años de la Guerra Civil e incluía siete grandes batallas, pero a Day-Lewis no le interesó. “Daniel rechazó interpretar al personaje, admitiendo abiertamente que le intimidaba la talla de su figura”, le contó Spielberg a la revista española Caimán. Cuadernos de cine. El director decidió entonces convocar a a Tony Kushner, con quien ya había colaborado en Munich, para trabajar en un nuevo guión basado en Team of Rivals.
Kushner trabajó durante seis años y llego a construir un guión de 550 páginas. “Fue una de las cosas más brillantes que jamás haya leído –recuerda Spielberg-, pero era extenso, épico e impráctico para hacer una película”. El director cuenta que les llevó mucho tiempo a él y a Tony descubrir qué parte de la vida de Lincoln serviría para bajarlo del pedestal y mostrarlo como una persona con la que el público pudiera empatizar. Pero la solución estaba en el propio guión que había escrito Kushner. “Conforme lo leía –cuenta Spielberg-, me pareció que el elemento más atractivo de todo lo que había hecho Tony era una sección de 70 páginas sobre la lucha por aceptar la Enmienda 13”. Así que tomaron una decisión audaz pero acertada: dejar de lado todo lo demás y desarrollar la película a partir de lo que narraban esas páginas: los últimos cuatro meses de la vida de Lincoln, entre enero y abril de 1865. “Nos enfocamos en los últimos cuatro meses de su vida porque lo que consiguió en aquella época fue verdaderamente monumental –señala Spielberg-. Sin embargo, queríamos mostrar que él mismo era un hombre y no un monumento. Sentimos que para hacerle justicia a esta persona compleja había que representarlo en medio de su batalla más difícil”.
Con el nuevo guión y la ayuda de su amigo Leonardo DiCaprio, que le dijo a Day-Lewis que Spielberg no haría la película sin él, el director volvió a insistir: “Normalmente acepto el no. Es una de las pocas veces en mi vida que no estaba dispuesto a aceptar esa contestación. No podía ver a Lincoln más allá de lo que le aportaría Daniel”, contó. Finalmente Day-Lewis leyó el nuevo guión y aceptó la propuesta, pero le pidió al director que le diera un año para prepararse para el papel. Criado en Inglaterra e Irlanda, Day-Lewis conocía a grandes rasgos a Lincoln, sobre todo a partir de sus discursos, pero sabía poco de él como ser humano. Por eso, se enfrascó primero con “Team of Rivals” y otros escritos, y luego se enfocó en los textos del propio Lincoln para acercarse más a la experiencia personal, al hombre detrás de la figura. Spielberg cuenta que, una vez que el actor aceptó, trabajaron mucho juntos y conversaron durante tres meses y medio sobre los pequeños momentos del personaje tanto como sobre los grandes episodios históricos.
Según ha contado en distintas entrevistas, durante el rodaje Spielberg se dirigía a los actores con el nombre de los protagonistas. Y llevó tan lejos esa búsqueda de autenticidad que él mismo se vestía de traje, en lugar de ir en jean como siempre, para ayudar a los actores a mantener la atmósfera de época. Más allá de la excentricidad, esas decisiones y la espera por Day-Lewis parecen rindieron frutos, porque más que “hacer de” Lincoln, en la película el actor parece su reencarnación.
El lado B del héroe
En enero de 1865, Lincoln decidió jugarse a todo o nada y, contra el consejo de sus colaboradores más cercanos, se animó a librar la batalla legal en el Congreso para abolir definitivamente la esclavitud. Para ello, necesitaba conseguir dos tercios de los votos, lo cual implicaba que, al apoyo de su propio partido, debía sumar el de por lo menos 20 representantes demócratas. La película cuenta justamente cómo lo hace; es la historia de un presidente que intenta conseguir votos para aprobar una ley, y que acude a todo lo que está a su alcance –aprietes, clientelismo político y maniobras no del todo limpias- para lograr su objetivo.
El centro de la película gira entonces alrededor de las discusiones sobre la abolición de la esclavitud, pero todo ese exceso verbal no le impide al director comprometer emocionalmente al espectador, porque el personaje está retratado en toda su complejidad. Lejos de ensalzar al prócer, la película muestra a Lincoln como un político astuto, que llega incluso a posponer el fin de la guerra civil para lograr la aprobación de la enmienda. Pero además, lo retrata como un gran narrador de anécdotas y un marido y padre vulnerable. La historia familiar de los Lincoln dice que su mujer, Mary Todd, vivía en un estado mental muy delicado desde la muerte en 1863 de su hijo Willie, de once años, por fiebre tifoidea. La película muestra cómo la pareja sobrellevaba eso y se detiene también en las discusiones sobre la posibilidad de que Robert, el hijo mayor, fuera a pelear en el frente. En esas escenas, exhibe el costado más vulnerable del personaje, que vivía el dolor de la pérdida en silencio. “Quería hacer un film que mostrara cuán multifacético era el hombre –cuenta Spielberg-. Fue estadista, líder militar, pero también padre, esposo y un hombre que siempre estaba en un absoluto estado de introspección”.
Lincoln es una película ambiciosa, con cierta vocación pedagógica, en la que un director maduro se anima a prescindir casi totalmente de las grandes escenas de batalla, que tan bien le salen, para ocuparse del backstage de uno de los momentos más importantes de la historia norteamericana. Spielberg tiene la honestidad y el talento narrativo como para evitar que el mito lo devore y retratar así al político que, guiado por ideales nobles, no dudaba en recurrir a los métodos más sucios de la política. Como en la vida misma.