Hace falta un gran hombre para contar la historia de otro gran hombre, y que mejor que el incombustible Steven Spielberg para retratar el período más fascinante de la presidencia de uno de los monumentos más queridos por el pueblo americano, el de Abraham Lincoln. Como no podía der de otra manera, Spielberg sale airoso en Lincoln, una cálida y afectiva biopic que, a través de un elenco de lujo, narra uno de los momentos claves en la vida de uno de las grandes figuras políticas de todos los tiempos.
Con una alborotada duración de 150 minutos, algo que se está volviendo cansino con todas las nominadas al Oscar este año, uno hubiese pensado que Spielberg tomaría el cuadro completo de Lincoln para contar su vida al completo, pero el hábil director nos hace olvidar prontamente que no estamos frente a un a historia de vida sino a un episodio en particular que requiere intimidad y seguimiento, dos características que se vuelven regla en el film. Lincoln se mueve en dos ejes, que en verdad son dos caras de una misma moneda; el primero es la Guerra Civil, que se está llevando la svidas de incontables personas, amén de la discusión del segundo eje, que es la Decimotercera Enmienda de la Constitución, que boga por el derecho de abolir la esclavitud.
En este marco en donde la Guerra lo está detruyendo todo y las reuniones en el Congreso se tornan más intensas mientras las facciones republicanas y demócratas encarnizan una batalla política, el foco sobre el presidente Lincoln se establece mediante la muestra de un carácter afable y calmado, lejos del semidios representado en todos los libros de texto y biografías. A través de una potente y humana actuación de parte de un enorme Daniel Day-Lewis que tiene asegurada su próxima estatuilla al interpretar a través de diferentes capas al agobiado y cansado presidente, que nunca dejó a nadie de lado para ser el Abraham Lincoln padre, esposo, político y pilar de una sociedad americana en una de sus peores horas. Es casi imposible no ver a otro actor más que Day-Lewis caraterizado como el altísimo presidente, cuya cordialidad al compartir historias con cualquiera que este alrededor suyo hacía que se ganase el respeto de todos.
La calidad actoral no se remite sólo a Day-Lewis, que ocupa un lugar principal en la trama y cuando está en pantalla nadie le roba el momento, sino que también sus pares alrededor tienen su momento de gloria, en particular Sally Fields y Tommy Lee Jones ambos en los papeles de sus vidas como la acongojada esposa fiel del presidente ella y él como Thaddeus Stevens, uno de los grandes políticos a favor de la Enmienda, cuyas razones se van discerniendo a medida que transcurre el film para concluir su historia en una escena emotiva y llena de significado. Más allá de estos grandes actores, todos los secundarios y terciarios son nombres conocidos y que reflejan la calidad que significa estar frente a un producto de Spielberg; nombres como Joseph Gordon-Levitt, David Strathairn, un irreconocible James Spader y más agracian la pantalla con sus pequeñas pero significantes interpretaciones.
En conjunción con su colaborador en Munich Tony Kushner, Spielberg logra que durante dos horas y media la cantidad de debates sean interesantes hasta culminar con una verdadera escena llena de suspenso como lo es la votación final en la sala del Congreso; dicha escena tarda en llegar pero hacia allí se dirige toda la fuerza de la película, y el resultado es impecable, si tenemos en cuenta que Spielberg es ayudado en su narrativa con el cinematógrafo Janusz Kami?ski y el compositor John Williams, el resultado es una combinación perfecta.
Con un resultado superior al demostrado el año pasado en War Horse, Steven Spielberg logra realizar un sentido homenaje a una de las figuras que lo marcó como persona; de una calidad isuperable y con un elenco de alto nivel, Lincoln es un gran legado en la creciente filmografía del director y una biografía precisa y admirable.