Amigos son los amigos
Cuatro amigos de alrededor de treinta años se reúnen en la casa de uno de ellos, luego de un largo tiempo sin verse, para ver la final del mundial Brasil 2014 entre Argentina y Alemania. En medio de los 90 minutos del partido, el entretiempo y el alargue, se vive un marco de tensión donde las verdades que cada uno tiene para decirle al otro no pueden contenerse y es allí donde se desencadenan los conflictos.
El partido de fútbol, uno de los más importantes de los últimos 24 años para nuestro país, no es un detalle menor ni un capricho de los guionistas (Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich) en Línea de cuatro. Muchas situaciones que desprende el show deportivo hacen que surjan temas de debate, reproches e ironías sobre las vidas de los protagonistas. Y al mismo tiempo la intriga acerca de cuál fue el motivo por el cual los cuatro amigos se separaron comienza a hacerse cada vez más fuerte. Como esa tensión vivida por todos en el momento del gol errado de Higuaín. Todo es objeto para exhibir esa violencia gratuita que entre amigos podemos encontrar con frecuencia.
Germán (Carlos Eisler), mantiene una relación amorosa oculta; Martín (Diego Echegoyen) es quien retoma al país luego de vivir hace algunos años en Alemania; Javier (Alejandro Lifschitz) se está por casar con una novia insoportable; y Pedro (Alejandro Hener) es padre separado y con un hijo a su cargo. Ellos son los cuatro que dan vida a estos personajes, quienes cada uno a su modo logra destacarse y ninguno resulta innecesario. Todos tienen algo que aportarle a esta historia y coinciden en el punto de la distancia, la cual no solo logra su marca por los hechos que nos van narrando, sino en lo que saben o no cada uno del otro a partir de una relación que sufrió su desgaste. Los actores logran exhibir las miserias que tienen estos amigos, donde cada uno juega a pisar al otro y ver quién es el mejor (o cuenta con menos miserias).
El desarrollo de la película es interesante a partir de la utilización de un solo espacio como puesta. Está rodada casi en totalidad en un decorado que finge ser el departamento de Germán y solo se da respiro de un exterior al presentarse cada tiempo del partido (las calles de Buenos Aires se presentan vacías por la final del mundial) y durante una de las escenas en conflicto. El resto del film transcurre a tres cámaras, las cuales nunca resultan invasivas. Resulta una atractiva resolución a lo que en un principio uno llegaría a pensar que se debe a un acotado presupuesto, pero que en definitiva no debería por qué ser de otra forma para la trama.
La final del mundial funciona para que las crudezas salgan a la luz y el final nos tome por sorpresa, en una película donde la originalidad prima durante 90 minutos, como cuando una jugada maestra finaliza en gol.