Conmigo no, Franco
Silvester Stallone escribe un guión sencillo a la medida del lucimiento y violencia que desata Jason Statham, ícono indiscutido del género post Arnold y Sylvester anque el tío Bruce Willis, Gary Fleder dirige y el resto es llenar el formulario de lugares comunes de toda película con argumento como pretexto y un par de actores para convocar otro tipo de público no relacionado con el cine de acción.
Es que la historia de Línea de fuego (del original Homefront) rescata la típica dialéctica de la doble venganza, primero la del protagonista dispuesto a llevarse el mundo por delante para defender lo único que le importa que no es otra cosa que su hija pre-adolescente y luego como coda la frustrada venganza del villano de turno, interpretado en piloto automático por James Franco a quien sólo le importa mantener su negocio de metanfetaminas.
Claro que en el medio se topa con Boocker (Statham), quien tras una redada fallida donde trabajaba como encubierto de la DEA busca recomponerse en un pueblo con un bajo perfil y el cuidado de su hija como principal objetivo, alejado del trabajo y de los narcos con los que tuvo que lidiar.
En ese apacible estado de tranquilidad irrumpe un incidente con su hija y un compañerito de escuela que desata una galería de complicaciones y llevan a Boocker a estados de violencia que lo reconectan con ese pasado sin que se lo proponga. El derrotero del protagonista acumula enemigos y situaciones que pondrán en riesgo su círculo de confort hasta el clímax en el que el villano queda desdibujado.
La dirección es prolija y la coreografía aceptable pero nada más que eso. Si el espectador quiere ir a ver otra de Statham con piña, patada, piña, Línea de fuego es un film ideal.