La premisa de este ramake viene cargado con algunas expectativas. La versión original (titulada Flatliners) de 1990 fue ciertamente revolucionaria por tocar como tema central “la vida después de la muerte”, algo no desarrollado hasta ese momento en ningún otro film. 27 años después llega esta versión dirigida por Niels Arden Oplev y escrita por Ben Ripley.
Como era de esperarse, el elenco varió y se adaptó al nuevo siglo con algunas caras conocidas. Si bien la historia tiene las mismas bases, el guión fue modificado ampliamente, por lo que más bien diría que se trata de una secuela. Así que si esperás ver la misma película que supieron protagonizar Julia Roberts, Kevin Bacon y Kiefer Sutherland tengo que decirte de entrada que no será así, aunque Sutherland haga un personaje secundario en esta reversión.
La cabecilla líder de la historia es Courtney (Ellen Page), una estudiante de medicina atormentada por la muerte de su hermana menor en un accidente, luego de que ella se distrajera con el celular mientras conducía. Su curiosidad por lo que existe detrás de la muerte la lleva a experimentar consigo misma y termina sumando a su “proyecto” a dos de sus colegas residentes de medicina; el mujeriego Jamie (James Norton) y la destacada alumna Sophia (Kiersey Clemons). El plan parecía funcionar hasta el momento de la resurrección, donde deben pedir ayudar a otros dos compañeros, Ray (Diego Luna) y Marlo (Nina Dobrev). Más tarde este experimento termina saliéndose un poco de control, pero hasta entonces la trama lleva un ritmo que nunca termina de engachar o compenetrar.
Durante los primeros 15 minutos vemos a todos los protagonistas, pero sólo el nombre de Courtney es revelado al espectador en una falla garrafal de presentación de personajes que deja confusión. Pasado ese tramo, los próximos 45 minutos se pasean entre las vivencias de los médicos en formación mientras su corazón se detiene y los efectos colaterales post-intervención, que pueden resumirse en escenas con alcohol, baile, besos y sexo. De hecho no es hasta la última media hora que el guión gira esencialmente en la persecución de sus pecados pasados atormentándolos en el presente.
Personajes planos, actuaciones pobres como las de Clemons y Norton, textos que prontamente tomaron tintes adolescentes e inverosímiles, siempre dentro del contexto de la ciencia ficción. La tensión de ciertas escenas parecía un chiste, seguida por varios errores de continuidad. Sobresaltos que se basan en el mismo patrón de “sustos” donde el personaje es atacado por la espalda mientras suena una melodía estruendosa; un recurso que pierde su efecto al segundo intento.
Lo más destacable podría girar en torno a Ellen Page, algunos momentos de Diego Luna y durante la primera hora, la “historia romántica” que titularía “Como Perros y Gatos” que involucra a los personajes de Luna y Dobrev, un tanto cliché, pero entretenido.
MI CONSEJO: Mejor comprar los pochoclos y revivir la versión de los ‘90 que como todo buen clásico no falla.