Aparecen en cartelera dos dibujos infantiles de inhabitual origen. Días atrás, “La princesa encantada”, ucraniano, de Oleh Malamuzh (título original, “Vykradena pryntsesa”, princesa robada, que es otra cosa). Y ahora, “Lino, una aventura de 7 vidas”, brasilero, de Rafael Ribas, sobre un personaje nada principesco, pero que sufre un verdadero encantamiento.
El tipo es un infeliz , trabaja como animador de fiestas y los niños lo pasan por encima, quiere mejorar mediante un sortilegio y un mago chambón lo convierte en gato gigante, ambos buscan solucionar el entuerto y se enredan con indios y policías (dibujados “a la americana”), y así la cosa va in crescendo hasta llegar, por supuesto, al final feliz con moraleja (un poquitito engañosa) y todo. Hay buena factura técnica, prometedor comienzo, persecuciones bien hechas, maullidos ocasionales, se pasa el rato. Dicho sea de paso, el director Rafael Ribas es hijo de Walbercy Ribas, autor de dos interesantes fábulas políticas en forma de dibujo animado: “O grilo feliz”, 2001, y “O grilo feliz e os insetos gigantes”, 2009.
A propósito de gigantes, agreguemos que “La princesa encantada” es una versión libre, libérrima, de “Ruslán y Ludmila”, leyenda eslava que Pushkin convirtió en poema, Glinka en ópera y Ptushko en película infantil cuyo encanto ingenuo recuerdan todavía los viejos asistentes al Cosmos. El dibujo que ahora ven sus nietos no es tan recordable. Aún así resulta entretenido, con ligeras ucronías, un rival que en vez de ser dominado por una sirena queda al alcance de una rana besucona, un ejército de masas de repostería y otro de guerreros muertos. Detalle curioso: en cierta escena el héroe mata a un monstruo por la espalda. Acá por eso capaz que lo denuncian.