Grandilocuente y hueca, el personaje pierde su gran oportunidad
En medio de la fiebre hollywoodense por trasladar al cine a los distintos superhéroes surgidos de la historieta, Linterna Verde merecía mucha mejor suerte. Es que esta legendaria creación de la editorial DC Comics, con más de siete décadas de vida e incursiones en la animación televisiva (en el marco de la serie Liga de la Justicia), tenía todos los elementos artísticos y las condiciones técnicas -empezando por un presupuesto de 200 millones de dólares- para una más que atractiva transposición.
El director contratado para la ocasión fue nada menos que Martin Campbell, cuyos antecedentes marcaban más que dignos trabajos en las sagas de El Zorro y, sobre todo, de James Bond (la sólida GoldenE ye y la notable Casino Royale ). Sin embargo, en esta oportunidad el realizador neozelandés no logra jamás engarzar los diferentes niveles del relato: la aventura de ciencia ficción con el básico enfrentamiento entre el Bien (los 3600 integrantes del cuerpo intergaláctico de los Linternas Verdes) y el Mal (el cruel y poderoso Parallax), las contradicciones íntimas del piloto de pruebas Hal Jordan (Ryan Reynolds) que se convierte en superhéroe, pero que es incapaz de comprometerse afectivamente con la bella Carol (Blake Lively), y la búsqueda de liviandad y espíritu lúdico a partir de pinceladas (brocha gorda) de humor irónico.
De todas maneras, el principal culpable no es Campbell, ya que las ideas que propusieron los cuatro guionistas (tres de ellos con sólidos antecedentes en el universo de las series de TV y el restante, guionista de Harry Potter y la Orden del Fénix ) distan mucho de ser originales o sorprendentes, mientras que el despliegue visual y los efectos en 3D tampoco lucen demasiado. En sintonía con el resto de los rubros, en el terreno actoral ni la pareja protagónica (tan carilindos como anodinos) ni los actores secundarios (entre ellos, Mark Strong, Angela Bassett, Tim Robbins y Peter Sarsgaard) consiguen "robarse" alguna escena que les permita un mínimo de lucimiento personal. Uno de los tantos desperdicios de esta grandilocuente y al mismo tiempo hueca película.