La maldición verde
Hollywood piensa en verde, pero el color no le sienta bien: Hulk, El avispón verde y, ahora, otro despropósito como Linterna verde...
Cuesta entender cómo a partir de una de las franquicias históricas y emblemáticas de DC Comic, de un muy generoso presupuesto de 200 millones de dólares y del aporte de un director que en otros casos se ha mostrado muy competente como Martin Campbell (trabajó en las sagas de El Zorro y James Bond) se haya llegado a este producto tan torpe, elemental, desabrido y que ni siquiera resulta demasiado atractivo en términos visuales (las CGI están bastante por debajo de la media). Y el 3D, otra vez, no agrega demasiado (bueno, sí, oscuridad a la pantalla).
No busqué los antecedentes del amplísimo equipo de guionistas contratados para la ocasión, pero -como dice la jerga- "no se les cae una idea". La lucha entre el Bien y el Mal (en este caso, los integrantes del cuerpo intergaláctico de los Linternas Verdes contra el poderoso Parallax, que amanaza con exterminar la Tierra) es de lo más básica, pero el principal problema ni siquiera es ése. El desarollo (casi nulo) de los personajes, el escaso carisma de Ryan Reynolds en el papel protagónico, su "decorativa" relación con la bella Blake Lively, los vanos intentos de lograr distender la cosa con algún que otro destello de humor absurdo... Todo luce aquí feo y viejo.
Uno de los hallazgos de todo film sobre superhéroes que se precie de tal suele ser el aporte de los personajes secundarios (los malvados, los sensibles, las chicas bonitas, los ridículos que sirven de cómic-relief). Aquí, en cambio, no hay ninguno con un mínimo de consistencia, jerarquía o interés. Por allí deambulan (con más pena que gloria) desde Tim Robbins en el papel de un senador hasta Angela Basset como una investigadora del gobierno, pasando por Peter Sarsgaard como un malvado y deforme científico al servicio de Parallax.
El único consuelo luego de semejante fracaso artístico y comercial es que difícilmente haya precuelas, secuelas o remakes, al menos por bastante tiempo. Aunque en Hollywood nunca se sabe.