Siendo Linterna verde un personaje que puede materializar lo que sea con solo imaginarlo, el filme sorprende por su falta de imaginación.
Más allá de Batman, DC Cómics no ha logrado transpolar con acierto su universo de superhéroes al cine, como sí lo han hecho los productos de Marvel. Y si tenemos que compararlo con lo que ha pasado este año, pierde por goleada. Si bien Thor no ha sido ninguna maravilla, le alcanza y sobra con su simpatía para ser mucho más que esta opaca Linterna verde: ya no hablemos de X-Men: primera generación o Capitán América: el primer vengador, que al lado del film de Martin Campbell parecen verdaderos estudios sobre la psiquis de las personas especiales. Como la mayoría de las películas de superhéroes que se producen, Linterna verde es un aburrido paseo por los tópicos habituales -un tipo común se topa con poderes extraordinarios, y tiene que aprender a utilizarlos, haciéndose cargo de la responsabilidad a la vez que salva el mundo-, sin mayor imaginación o creatividad, y desperdiciando un enorme presupuesto de 200 millones de dólares para no crear una sola imagen o secuencia recordable.
Ryan Reynolds es Hal Jordan, un aviador de la Fuerza Aérea, tipo bastante irresponsable que no termina de hacer pie en su vida, ensombrecido un poco por la fatal muerte de su padre que, como él, también era piloto. En paralelo, el filme narra las desventuras del muchacho y lo que ocurre en un planeta lejano, donde un ente que se alimenta del temor, llamado Parallax, amenaza con destruir todo. Pero para detenerlo está la sociedad de los Linterna verde que tiene que encontrar un sucesor de los poderes de un anillo especial, que le ponga fin a los malvados planes de esta cosa inmunda que avanza a diestra y siniestra. Los Linterna verde tienen una particularidad: integrada por seres de diversas razas, nunca un humano estuvo allí, fundamentalmente porque los creen débiles y sin valor. Para demostrar lo contrario estará Jordan, quien es elegido por el anillo como el sucesor. Claro que él también tendrá que demostrarse cosas a sí mismo y a su entorno.
En materia de desarrollo dramático, Linterna verde no ofrece ninguna novedad: en eso, los personajes de DC Cómics han sido siempre mucho más lineales que los de la competencia. Entonces, a lo que nos enfrentamos es al lógico y rutinario recorrido del protagonista, de hombre común a superhéroe: descubrimiento, sorpresa, disfrute, decepción, educación, heroísmo final. El problema no son los lugares comunes en sí, sino que los mismos son transitados con total abulia, sin humor, sin creatividad, sin sorpresa. A esta altura, está claro que una película de superhéroes no puede funcionar bien si detrás de cámaras no hay un director con un mínimo de personalidad: Capitán América luce precisamente por el clasicismo y la hechura de artesano que Joe Johnston podía darle. De Campbell (Goldeneye, Casino Royale, Límite vertical) esperábamos grandes escenas de acción, pero el director no estuvo a la altura ni en eso. Preocupado en querer generar un mundo autónomo (se nota el esfuerzo del batallón de guionistas por querer construir un sub-Avatar), Campbell olvidó lo que mejor sabe hacer. Incluso sorprende por su falta de imaginación, especialmente en la historia de un superhéroe que tiene como máximo poder la capacidad de hacer material todo lo que imagina. Uno de los problemas del cine actual es que muchos creen que el CGI sirve para crear cualquier imagen: Linterna verde lo intenta, pero luce totalmente artificial y distante. Una súper intrascendencia.