¿El Fracaso de la Voluntad?
Existe un excelente “ensayo” del gran Julio Cortazar llamado “Instrucciones para Subir una Escalera”. Si tuviésemos que escribir un manual de instrucciones para usar una linterna, dos de las primeras 5 pautas serían: ponerle pilas y sobretodo, voluntad para encenderla.
La voluntad supera todas las barreras. Necesitamos, incluso (y aunque muchos no lo crean así) para escribir una crítica cinematográfica.
En Linterna Verde, la voluntad y la energía son dos elementos narrativos fundamentales para contar la historia del bien contra el mal, básicamente. Los Linternas Verdes creen que la voluntad vence al miedo, y la única manera de vencer al destructor de mundos (debe ser hermano del villano de la secuela de los 4 Fantásticos) es demostrando que hay voluntad. No importa cuan poderoso seas. Si tenés miedo, lo reconocés y hay voluntad, la energía para vencer nace sola. Este es el panfleto que nos quiere vender DC Comics en esta oportunidad.
La moraleja de esta historia se repite más o menos escondida, o mejor dicho, más profundizada en la saga de Batman, e incluso de Superman. Vencer los obstáculos internos del héroe para poder vencer los externos, refiriéndonos a lo que amenaza con romper la “paz” de la sociedad.
El problema de esta Linterna Verde es que Martin Campbell nos está vendiendo una película sin pilas, y lo que es peor sin voluntad.
Admito que vi poco de este director y nada me ha fascinado. Sus dos intervenciones dentro del universo Bond fueron decepcionantes (apenas meros entretenimientos), con el Zorro ha sido discreto y de manual (la calidad la ponían sus intérpretes) y ni hablar del bodrio de acción con Mel Gibson que estrenó el año pasado, Al Filo de la Oscuridad.
Pero Linterna Verde, es aun peor, porque conlleva un gran pecado para un film inspirado en un personaje de historietas: aburre. Sí, señor. Mi colega Nicolás dijo que él no se aburrió porque no tuvo que mirar su reloj. Yo tampoco, pero no es una cuestión de secuencias largas, densas, lentas o solemnes. Sino una repetición de escenas que no tienen emoción. Todo es tan industrial y fabricado que el resultado final es un film con sabor a hamburguesa de Mc Donalds. Claro, es una contradicción. Si alguno le siente sabor a una hamburguesa de los arcos dorados, lo voy a felicitar (y me refiero a la carne sin aderezos). Así, es esta pálida adaptación cinematográfica.
Nada está bien explotado. Ryan Reynolds, al que considero uno de los actores más versátiles de hoy en día, trata de imponerle carisma a Hal Jordan, pero con diálogos como los que tiene que decir, sufre del síndrome “este no soy yo, ¿se nota?” Blake Lively, que brilló en Atracción Peligrosa convence pero se encuentra limitada, mientras que Peter Saarsgard, austero y minimalista hasta que se transforma en El Hombre Elefante, y por lo tanto ES MALO, gran actor, es desaprovechado también. ¿Así que actúan los nominados al Oscar: Tim Robbins y Ángela Basset? No me enteré.
Y ni hablar de los personajes extraterrestres a los que Mark Strong, Geoffrey Rush y Michael Clark Duncan le ponen más voz que cuerpo, que no logran involucrarse lo suficiente para llamar la atención, ser creíbles y divertidos. No se despegan del fondo del decorado. Son parte de la gran cantidad de CGI usado para construir el planeta verde. Artificialidad pura, que se vuelve atractiva porque las escenas en el mundo “real” son monótonas.
En lo narrativo, todo es demasiado obvio, discursivo y explicativo. ¿Era necesario un personaje relatando en off, para abrir y cerrar la película? ¿Qué le aporta? ¿Un carácter mítico? Thor, con la cual hay varias similitudes, tiene un carácter mítico, pero acá todo se ve nublado, impuesto, forzado para quedar a la moda de lo que genera Marvel. Sí, DC trata de ser Marvel y sale perdiendo. No porque los productos de la empresa de Stan Lee sean grandes maravillas, sino porque la mayoría fueron bien explotados cinematográficamente, gozan de complejos y ricos personajes.
Acá, la relación padre e hijo está tan en primer plano que no genera tensión ni misterio ¡El misterio es porque ninguno de los tres personajes principales tiene madre! O sea, ni siquiera dicen: “Tu madre estaría orgullosa”. No, acá los padres concibieron, educaron e influyeron en toda la vida adulta de sus hijos.
No hay golpes de efecto, no hay emoción, el 3D es menos impresionante que El Ultimo Maestro del Aire para que se den una idea. En lo técnico, un excelente Director de Fotografía como Dion Beebe no logra crear un clima distinto y tampoco ayuda la banda sonora de James Newton Howard.
Salí del cine pensando, honestamente, que al menos Reynolds, Lively y Saarsgard se esforzaban un poco para que ellos, no quedaran tan mal parados con respecto a este decepcionante film, pero reflexionando habiendo pasado unos días, me doy cuenta que este aspecto no es suficiente para elevar el puntaje del mismo.
Cuando me acuerdo de tantos estereotipos, tantos clisés, frases hechas, lugares comunes, no queda otra que empezar a dar vuelta la página. A ver… ¿que se estrena ahora?
Quizás debería haber visto esta película en Enero. No sé, como dice Nicolás, estamos cansados. Es posible que llegamos a un instancia del año en que ya pasaron Thor, Capitán América, los Transformers, y no queremos ver más la Tierra a punto de ser destruida por seres fantásticos y siendo rescatada por seres más fantásticos aún.
Por eso queremos tanto a Batman, donde los villanos quieren destruir personas, no escenarios geográficos.
Pero bueno, siempre hay oportunidad de redimirse con una secuela (y un director con más personalidad).
Como diría Thomas Wayne, en una frase que habla, justamente de la voluntad y la energía:
“¿Por qué nos caemos, Bruce? Para volver a levantarnos.”