Escenas de la vida extraconyugal
Basado en el libro biográfico de Ullmann, Senderos, y en el intercambio epistolar entre la actriz noruega y el director sueco, el documental, con su énfasis en lo personal, termina eclipsando en gran medida la relación artística.
“Has sido mi Stradivarius”, recuerda Liv Ullmann que le dijo Ingmar Bergman cuando la actriz le confesó que estaba algo cansada de que le preguntaran constantemente por la interacción artística con el renombrado realizador. El recuerdo es en primera persona y a cámara, como el resto de Liv & Ingmar, un paseo por la relación personal y profesional (sentimental, amistosa, creativa y varios otros etcéteras) entre el gran cineasta sueco y la actriz de origen noruego. En estricto orden cronológico, el documental de Dheeraj Akolkar –basado en el libro biográfico de Ullmann, Senderos, y en el intercambio epistolar entre ambos– inicia el recorrido con el encuentro durante el rodaje de Persona en 1966, durante el cual el ya consagrado artista y la joven promesa se conocieron y enamoraron perdidamente, a juzgar por la leyenda confirmada aquí por Ullmann. Quien no tiene pelos en la lengua para describir esos primeros meses de encandilamiento y separación de sus respectivas familias (ambos estaban casados) como así tampoco la progresiva transformación de sus vidas en los siguientes años, conviviendo junto a su pequeña hija en la famosa casa/refugio de Bergman, en la isla de Fårö.En el minucioso detalle desplegado en la primera media hora del film, centrado en las diversas etapas de esa relación –desde el apasionamiento inicial a las primeras rencillas, de la fascinación ciega a las crisis de celos, del encuentro amoroso de los cuerpos a la violencia física– resulta imposible no realizar rápidamente una correlación con algunos de los temas que han atravesado la filmografía de Bergman, en particular durante sus últimas décadas de actividad. Liv & Ingmar refuerza esas ideas ilustrando el registro actual de la actriz y directora con imágenes de algunas de las películas que realizaron juntos, de Persona, Vergüenza y La hora del lobo a Sonata otoñal y Saraband. Y, desde luego, con Escenas de la vida conyugal, quintaesencia de las relaciones de pareja –siempre conflictivas– según el realizador. El documental, sin embargo, con su énfasis en lo personal termina eclipsando en gran medida la relación artística, al punto de que poco más se afirma o infiere del intercambio en los ensayos y rodajes. La imagen de las manos de Ullmann recorriendo una suerte de mural naif dibujado por ambos sobre una puerta en la casa de Fårö vuelven a repetirse una y otra vez, pero poco se dice sobre el reflejo de esa vida real en la pantalla, más allá de algunas escenas tomadas de varios making off oficiales. La anécdota de una escena a bordo de un bote, filmada con temperaturas bajo cero, sólo agrega a Ingmar Bergman en la larga lista de cineastas tiranos.Esa interrelación directa entre vida y obra vuelve a encontrarse sobre el final del film, cuando los personajes de Saraband (producida cuatro años antes de la muerte del director) reflejan indirectamente la reconciliación luego de la dura separación: apagado el fuego de la pasión, quedan las cenizas de la más profunda amistad. Ullmann no puede reprimir un par de lágrimas sinceras al recordar la muerte de Bergman. Desafortunadamente, la empalagosa música orquestal de Stefan Nilsson, que acompaña constantemente las imágenes, atentan contra la sencillez de la exposición, como si la vida y la obra conjunta de Ullmann y Bergman fueran un producto emocional que debe ser vendido a toda costa. Resulta evidente que Dheeraj Akolkar se ganó por completo la confianza de la actriz y el suyo es un documental absolutamente autorizado y oficial. Y, si bien no hay aquí datos novedosos o elementos realmente iluminadores sobre la relación profesional de la dupla, se agradece como homenaje a dos grandes artistas de la pantalla grande.