Un amor de verano
Llámame por tu nombre (Call Me By Your Name) es la nueva película de Luca Guadagnino (Io sono l´amore), con guion de James Ivory basado en la novela homónima de André Aciman. Es una de las películas favoritas en estas temporadas de premios (le voló la peluca a todo el mundo el año pasado en la Berlinale y cosechó varias nominaciones) pero la verdad, a nosotros no nos terminó de convencer.
Elio (Timothée Chalamet) es un adolescente de 17 años que pasa sus días estudiando música o leyendo en un pequeña villa italiana de paisajes paradisíacos. Su padre (Michael Stuhlbarg), un arqueólogo, recibe a Oliver (Armie Hammer), un estudiante de posgrado estadounidense, quien pasará el verano con ellos con el fin de documentarse para labores académicas. Esta llegada despierta algo en la pacifica vida de Elio: empieza a sentirse seducido por este extranjero, culto y atlético joven, que atrae las miradas de todos en el pueblo, aunque este, unos años mayor, de a ratos parezca despreciarlo o ignorarlo.
Las acciones se desarrollan en planos largos, con pocos cortes, delegando todo el peso dramático en las actuaciones. La elección de poner a varios personajes en un mismo encuadre, y jugar con el foco, dejando incluso a veces borroso a quien está hablando, respalda la intención de transmitir un clima de confusión, de tensión, casi de promiscuidad que es lo que sostiene la primer mitad de la película.
Sin lugar a dudas, los paisajes, algunos pintorescos y otros imponentes, dotan a la película de una identidad visual que la hace única y dotan al idilio de un marco paradisíaco, de ensueño. Posiblemente este elemento y “la escena del durazno” sean las dos cosas que más recordemos después de verla.
Sobre la construcción de los personajes, Elio parece mucho más decidido y maduro que Oliver, a pesar que el contraste tanto en sus cuerpos como en su relación con el entorno sugiera a primera vista todo lo contrario. Por momentos incomoda la posibilidad el vínculo devenga en una relación tóxica por algunos “histeriqueos” de Oliver. El hecho que Elio parezca menor a 17, y Oliver mayor a los 24 que se supone que tiene, podría generar hipótesis o lecturas relacionadas con la pedofilia, porque la diferencia de edad parece mucho más grande. En lo personal, creo que esta lectura se ve invalidada por ser Elio quien presenta mayor madurez emocional de los dos.
Aprovechando la línea temática que abre la arqueología, hay pequeñas menciones al mundo griego antiguo (donde sabemos que la homosexualidad y las relaciones entre tutores y discípulos eran frecuentes) pero es un esbozo muy sutil, sin gusto a nada, que no sabemos si es apenas una referencia dirigida al espectador que esté en tema o un punto que se dejó sin explorar.
A pesar que esté ambientada en 1983, y que el entorno de Elio, enterado de la relación, lo apoye, la película se siente insulsa. A esta altura, por suerte, una historia de amor entre dos personas del mismo sexo no viene a romper ningún paradigma ni a ser novedosa solo por eso, sino que ya dejamos de fijarnos en el sexo de los protagonistas y nos centramos en lo que nos pueda generar el vínculo. Y la relación entre Elio y Oliver pasa sin pena ni gloria, como un primer amor frustrado.
*Crítica de Ayelén Turzi