Llámame Por Tu Nombre: Tan intenso como eterno.
Una de las películas que pisaron más fuerte en los últimos meses trae un sentido romance universal enmarcado en la Italia de principios de los ’80.
Europa es un continente tan romántico como su cine y, aunque se quede algo corto respecto a Francia y Alemania, la realidad es que Italia siempre tuvo un sentimental aporte al séptimo arte. En esta ocasión nos encontramos antes una de las sorpresas más grandes del 2017: el último trabajo de Luca Guadagnino, director con una amplia carrera que sin embargo encuentra en Llámame Por Tu Nombre una explosión de reconocimiento que nadie esperaba. Aún cuando sus anteriores colaboraciones con la actriz Tilda Swinton (I am Love del 2009 y A Bigger Splash del 2015) habían logrado impactar en la escena, esto es algo particular ya que nos encontramos esta vez ante un trabajo que trasciende al público cinéfilo.
A principios de los ’80, un joven italiano (Timothée Chalamet) pasa las tardes de verano leyendo libro tras libro, viéndose obligado a compartir su cuarto con los asistentes que año a año su padre (Michael Stuhlbarg) lleva a casa para ayudar en su trabajo de investigación. Pero el ahogarse en música y literatura se vuelve algo difícil cuando le dan la bienvenida a un particular inquilino, la llegada de este joven estadounidense (Armie Hammer) coincidirá con un despertar sexual que promete dejar cicatrices de por vida. El dúo protagónico se lleva con merecimiento todas las luces, Hammer es sincero e hipnótico, con un trabajo tan natural que resulta el balance ideal para un Chalamet salvaje y desatado que a sus verdes 22 años entrega una envidiable actuación que con justicia evoca palabras mayores en la boca de todos.
Producto indudable del cine europeo, la sexualidad se encuentran a flor de piel en una historia con total ausencia de ese pudor tan típico de Hollywood. No solo por las escenas explícitas sino también por un trabajo de actuación, dirección y un guion que probablemente sean difíciles de describir sin usar la palabra sensualidad. En un film lleno de puntos fuertes, es imposible ignorar un guion producto de una gran novela, como suele ocurrir, pero que logra exprimir lo mejor no solo de su elenco sino de su director gracias a un impresionante trabajo por parte del gran James Ivory. No por nada Ivory es, con esta cuarta nominación (su primera fuera del rubro de director), el nominado más longevo en la historia de los Oscars.
Su cine siempre se describió como “visual” pero esta es quizás la primera vez que a los increíbles paisajes italianos Guadagnino le agrega un toque desde la dirección y cámara realmente a la altura. Seguramente gracias al aporte de su director de fotografía Sayombhu Mukdeeprom (algunos recordaran su trabajo en Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives, ganadora de La Palma de Oro en 2010) con quién comenzó a trabajar hace pocos años. Antes de Mukdeeprom las bellas locaciones hacían todo el trabajo, pero en esta colaboración lograron que lo que solían ser destellos muy puntuales (y no siempre exitosos) de trabajo de cámara logren llegar a buen puerto una y otra vez.
Además de todo aspecto técnico, es una historia humana con gran cantidad de matices y temáticas. El deseo y las apariencias, la aceptación de otros y de uno, la naturaleza y la familia. Es inevitable ver la conexión que el director crea entre la relación que florece en pantalla y la naturaleza de una bella Italia. Conexión que se complementa con la civilización y familia, después de todo es rodeados de arquitectura italiana mientras discuten literatura lo que comienza a construir una relacion entre dos extraños unidos bajo un techo familiar. Tan familiar como libre, con una relacion padres e hijo que claramente apunta a formar individuos con la libertar de adolecer, todo culminado en un monologo final por parte de Stuhlbarg que promete no solo emocionar sino permanecer en la cabeza de la audiencia por mucho tiempo. Como en tantas otras instancias, una conexión como la de un guion tan sentimentalmente profundo y la actuación de un actor con letras mayúsculas entregan una experiencia única.
Pero por supuesto, no es un film sin sus problemas. Por momentos el montaje, en su intento por mantener un estado casi onírico peca con mostrar prácticamente un rejunte de escenas, puntualmente en el medio de la cinta entre que los personajes se acomodan y el momento en que la historia comienza a tomar velocidad. El resto de los “problemas” que uno pueda percibir, como por ejemplo lo largo que se percibe el film, terminan siendo tan subjetivo como lo explícito de algunas escenas: no hay elemento que realmente atente contra el disfrute del fin, aunque pueda resultar difícil para lograr que cualquiera pueda verla sin inconvenientes. Porque es una historia llena de melancolía, geográfica y generacional, con un corazón salvaje que tiene lo suyo para encantar a todas las edades.
A pesar de detalles como estos se trata de una película con una infinidad de fortalezas, además de todas las ya mencionadas también hay que sumar que Sufjan Stevens logro por lejos una de las mejores bandas sonoras del año. Otra de las bondades que este proyecto logro hacer coincidir, y como todas, una que además de ofrecer una gran calidad se encarga por sobre todo de sumar a la cinta como un todo: no se respiraría la época y sensaciones de la manera en que ofrece la pantalla si no fuese por este soundtrack, y lo mismo podría decirse por supuesto de la fotografía, guion y actuaciones.
Call Me By Your Name es un film que logra reunir el mejor trabajo de varias carreras de manera impecable, entregando un universal y eterno relato sobre el amor, el deseo y la vida en general. Una cuidada e incontenible muestra de cine europeo e internacional en todo su moderno esplendor. Después de todo, que es más moderno que decirle no a la tecnología y perderse en las memorias idealizadas de unos imposiblemente perfectos ’80.