Que una película de subgénero coming of age esté nominada al Oscar es motivo de gran festejo para quien escribe. Más aún este año porque son dos (contando a Lady Bird) las nominadas.
Llámame por tu nombre es una gran historia de amor. De esas que te llegan sin importar tu orientación sexual.
Y eso también es algo para destacar, hace unos años las películas protagonizadas por una pareja homosexual hacían otro tipo de ruido en comparación a este estreno. Basta con recordar a Secreto en la montaña (2005), que si bien había romance, se le daba mucho lugar a la sexualidad y controversia.
Aquí el foco no está puesto en el sexo sino en el amor, un amor que descubre un adolescente de 17 años hacia un hombre mayor que él.
El carisma y la química que poseen Armie Hammer y Timothée Chalamet es impresionante.
De Hammer ya lo sabíamos, pero aquí da mucho gusto descubrir a Chalamet, quien viene trabajando hace rato en papeles menores y que incluso también labura en la ya mencionada Lay Bird.
El director Luca Guadagnino le imprime todo el romanticismo a su Italia natal, recreando los 80s con minucioso cuidado en detalles pop.
Que la película transcurra en esa época también le da un toque más nostálgico y al mismo tiempo más relevante por el tipo de vínculo.
La fotografía es excelente. Resalta los escenarios naturales y muchos planos parecen postales.
La música es otro gran protagonista, con clásicos de la época y composición incidental que llega a quebrarte.
Me animo a decir que por momentos tiene una vibra a una coming of age italiana (del gran Giuseppe Tornatore) llamada Malena (2000) en ese sentido.
Llámame por tu nombre es una historia de amor tan contundente como hermosa con un final tremendo que obviamente no puedo comentar pero que es un espejo perfecto a un clásico norteamericano de los 80s, ya sea plagio u homenaje, el plano final es arte puro.
Ya he escrito la siguiente frase, pero vale la pena repetirla en estos casos: esta es de esas películas que nos recuerdan el por qué amamos el cine.