Luca Guadagnino prepara lentamente la consumación de un amor que podría ser escandaloso; tal adjetivación está felizmente anulada de la trama, porque la moralidad poco tiene que ver en estas circunstancias. Lo que sí hay son instancias previas, indicios, tanteos. A diferencia de Oliver, Elio está en edad de probar; por lo pronto, hay una novia, y es magnífico observar que puede amarla. Este hecho apenas suscita un conflicto posterior, resuelto con la misma sagacidad que otros. Lo que pasará entre Elio y Oliver, además, es enteramente independiente. Sucede que la cualidad de ese encuentro amoroso es de otro orden, tal como un personaje definirá tardíamente la naturaleza de ese vínculo. Es por cierto una de las escenas más hermosas que ha dado el cine recientemente; un prodigio dramático donde resplandece la verdad de la ficción y una libertad sin condiciones.