M. Night Shyamalan es uno de los mejores directores de los últimos veinte años, y tal vez no está obsesionado con romper esquemas al no contar historias o establecer una superioridad de lo técnico sobre lo argumentativo cómo le sucede a algunos directores muy adorados por la crítica.
Shyamalan no pierde el tiempo en contar historias sacadas de otras obras, adornarlas con elementos técnicos con el único fin de ganar dinero pero bajo la farsa de querer enaltecer el arte como hace James Cameron (¿ acaso alguien se creyó que le interesa el arte?) o en el peor de los casos con ilustrar al mundo como un sitio horrible que tiene el privilegio de tenerlo a él como un miembro de la especie humana, cómo le sucede a Iñárritu.
Si bien cuenta con todos los recursos técnicos y creativos de verdaderos genios como Fincher o Spielberg el objetivo de este director es contar historias; a veces sus historias han sido buenas, otras malas, pero jamás ha renunciado a eso, a la importancia del arte sobre el artificio, de la fábula cómo eje de la narración.
Él tiene su sello que aparece en sus historias, pero nunca es más importante que lo que quiere contar. Luego de fallida ‘Old’ de 2021 (fallida para un sector de la prensa que para con algunos directores está dispuesta desconectar la credibilidad y aceptar lo que se les da pero que con Shyamalan en particular prefieren buscar errores en lugares donde no los hay o pedir explicaciones que a otros no les piden) adaptación de la novela gráfica Castillo de arena, de Pierre Oscar Levy y Frederik Peeters. Shyamalan se vuelve a arriesgar adaptando una obra de otro autor, en este caso elige la obra de Paul Tremblay ‘La cabaña del fin del mundo’.
Paul Tremblay desde sus comienzos sabe guardar dentro de sus historias mensajes subyacentes que van más allá del mismo terror, es así como en ‘A head full of ghosts’ (2015) el tema es la mercantilización del dolor, el fanatismo religioso y la evasión de la realidad por medio de negar la enfermedad mental, aunque aun así la duda es lo que nos provoca verdadero terror y donde siempre terminamos preguntándonos si asistimos a un hecho paranormal o un simple acto de locura.
En su otra obra ‘Disappearance at Devil’s Rock‘ (2016) Tremblay vuelve a jugar con el dolor y la locura de tal manera que al terror se agrega la angustia. Este autor construye los dramas desde la acción y no desde los personajes ya que es la reacción de los personajes lo que nos ilustra el carácter de los mismos, los personajes actúan, no se explican y a partir de su accionar uno logra conocerlos.
Esa habilidad del autor de develarnos directamente la acción es lo que les da dinamismo a sus historias y nos permite empatizar con los protagonistas. En ‘La cabaña del fin del mundo’ lo que nos trae es un home invasion con más toques de violencia y gore que sus otras obras, pero al mismo tiempo es la menos terrorífica de ellas.
En esta novela en realidad critica la forma en que los sujetos cuestionamos la realidad a partir de la información que nos llega desde las redes sociales sin realizar cuestionamientos, de la misma manera que critica el fanatismo religioso.
Tremblay en cada una de sus obras explora las dinámicas familiares y la forma en que un objeto extraño altera las mismas y como afecta a cada individuo este fenómeno. Con el título nacional de ‘Llaman a la puerta’ M. Night Shyamalan presenta la adaptación de esta novela haciéndole justicia a la original, pero manteniendo esos toques propios de su obra. Tremblay mantiene dentro de sus narraciones un gris que nunca nos permite discernir si lo que estamos leyendo es realmente un hecho netamente paranormal o una interpretación paranormal de un hecho racional.
La sinopsis de la película es sencilla: Eric, Andrew y Wen son una familia que va a pasar unas vacaciones en una cabaña ubicada en un bosque de Pensilvania. Un día aparecen en el bosque cuatro personas que intentan convencerlos de sacrificar a un miembro de la familia para evitar el apocalipsis.
La historia también podría ser leída desde el otro lado, lo cual la haría mas interesante: Leonard, Sabrina, Redmond y Adriana son cuatro individuos que viven en distintos lugares del país, que tienen ideologías, gustos y profesiones diferentes y que a partir de visiones que los atormentan se ven unidos en la misión de prevenir el apocalipsis.
Desde esta premisa algo absurda Shyamalan construye una película cargada de suspenso y de violencia, la cual como suele hacer el director transcurre fuera de campo, lo cual es por un lado una virtud ya que el director nos trasmite cierta incertidumbre al no participar de la acción y por otro lado le quita fuerza. Shyamalan al quitarnos la violencia delante de nuestros ojos nos permite enfocarnos en las emociones de los personajes, sus reacciones y la interacción entre los mismos ya que sin ninguna explicación logramos comprender la relación entre Andrew (Jonathan Groff) y Erick (Ben Aldridge) o el dolor y contradicción que atraviesa a Sabrina (Nikki Amuka-Bird). Shyamalan construye desde las actuaciones, y la fotografía, el sonido, el montaje y el diseño forman parte de la parte de la fábula, pero no son la narración, por lo cual son herramientas que enriquecen y no opacan lo que se quiere contar.
Al tratarse de una historia que transcurre entre cuatro paredes el suspenso pasa por las voces, los gestos y el lenguaje corporal. En ese sentido Dave Bautista da una actuación adecuada, construye a su personaje desde lo emocional, ya que su Leonard es un hombre angustiado por lo que tiene que hacer y esta creación es tan genuina que lo pone como el eje de la película trazando un diferencial con otros actores provenientes del mundo de la lucha libre, Shyamalan los lleva a explorar otra faceta de su actuación, parecido a lo que James Gunn hizo con John Cena en Peacemaker (HBO, 2022) sin ser un histriónico o sobreactuar Bautista llega a convencernos de la peligrosidad y sensibilidad de su personaje. El resto de los actores también logran una interpretación adecuada generando duelos entre los personajes que le dan verosimilitud a lo absurdo de la historia.
Shyamalan entrega un thriller apocalíptico que comienza como un intenso home invasion pero que se coinvierte en algo más sensible que mantiene la tensión hasta el final. Desde el punto de vista técnico casi no tiene errores y el guion es una buena adaptación del texto original. Sin dudas un paso adelante de este director que seguramente será atacado por sus detractores, quienes cada vez se quedan con menos argumentos.