Por lo general, el espectador que se encuentra frente a una película de M. Night Shyamalan está jugando un juego donde se tiene que adivinar el próximo paso que tomará la historia. Es dificil intentar descrifrar la cabeza del cineasta indio. Lo cierto es que todas sus historias, hasta las más simples, tienen su cierta complejidad a la hora de desarrollarse. Se trata, más bien, de una firma autoral que Shyamalan le agrega a sus trabajos. Su última película, Llaman a la Puerta, no es la excepción.
El cine de M. Night Shyamalan está caracterizado por lo inesperado. En una búsqueda constante por lograr la perfección a la hora de narrar suspenso, el director supo sostener sus historias y demostrar que se sabía defender a pesar de ser catalogado como un enfermo de los giros de guion. La cuestión es que Llaman a la Puerta persigue con entusiasmo la fórmula Shyamalan, pero la película da un paso más que permite entenderla de otra manera y así diferenciarse de la filmografía del director.
Llaman a la Puerta cuenta con la premisa de un Shyamalan que ya está consagrado, y que se puede dar lujos a la hora de elegir qué historia quiere contar. La película se centra en una familia integrada por un matrimonio gay y su hija adoptiva. Las pequeñas vacaciones que esta familia decide tomarse lejos de toda ciudad y civilización en una cabaña en el bosque se verá distorsionada por la aparición de otras figuras. La cabaña es asediada por cuatro personajes que están dispuestos a entrar allí mediante cualquier vía.
La desesperación por ingresar a la cabaña donde tomarán lugar los acontecimientos no es al azar. Estos cuatro personajes buscan frenar el posible apocalípsis. Para ello, uno de los integrantes de la familia protagonista tiene que morir en manos de otro de ellos. Ante semejante locura, se plantea un juego moral que mezcla el fanatismo religioso, el ateísmo extremo y la incapacidad de diferenciar la realidad de lo imaginario.
Constantemente, se crea entre los personajes una disputa histórica. Un grupo presenta una visión religiosa de los acontecimientos. Por el otro lado, la familia protagonista es el claro ejemplo de la visión realista de las cosas. Este choque es fundamental para entender Llaman a la Puerta. La perseverante búsqueda de una respuesta y las diferentes maneras de resolver una incógnita caracterizan esta película que resulta diferente dentro de la filmografía de Shyamalan.
La cabaña es el lugar elegido por Shyamalan para narrar la historia de Llaman a la Puerta. El director indio sabe moverse en lugares pequeños y el sentimiento de encierro se hace presente a lo largo de toda la película. Es en ese bosque y en esa pequeña cabaña donde M. Night Shyamalan despliega un juego perverso donde el suspenso recorre cada habitáculo y se posiciona como un personaje más del largometraje.
Shyamalan elige desviarse de un camino en la que se basó toda su filmografía. Llaman a la Puerta no presenta un giro de guion, ni una explicación que haga que la película cierre enteramente. Todo lo contrario a lo que el cineasta acostumbró a su audiencia. Hay una historia que se entiende mediante términos religiosos, sin vueltas ni rodeos. Un efectivo quiebre de la fórmula creada por M. Night Shyamalan y un largometraje que sabe defenderse con las decisiones que toma.