Lo que el fuego no pudo llevarse
El film del argentino Mirko Stopar sigue el sinuoso recorrido de una de las más legendarias películas del período mudo, La pasión de Juana de Arco (1928), del danés Carl Theodor Dreyer, y en particular de su protagonista, la misteriosa Falconetti.
La pasión de Juana de Arco (1928), del danés Carl Theodor Dreyer, es una de las películas verdaderamente legendarias del período mudo. A tal punto de que en la historia de su rodaje, las fortunas posteriores de su actriz principal y del realizador y el destino de los negativos y las copias del film mismo se entretejen los hechos, los mitos y los misterios. Llamas de nitrato, del argentino Mirko Stopar, intenta recorrer ese derrotero con especial atención en la carrera de Renée Jeanne Falconetti. O Maria Falconetti, su nombre artístico sobre las tablas y en la pantalla. Tal vez el hecho de que Stopar viva parte del tiempo en Noruega tenga algo que ver con su interés en esa/s historia/s. Fue allí, a comienzos de los años 80, en la más impensada dependencia de un instituto psiquiátrico, donde fue hallada una copia casi completa de la versión original del film, del cual durante décadas se vieron versiones truncas o sucedáneas, luego de que el negativo original y las copias del primer montaje se perdieran en un incendio. Al parecer, el destino de la película no era simplemente registrar la más famosa de las muertes en una hoguera sino sobrevivir a varios fuegos bien reales.No es cierto, como afirma Llamas de nitrato, que el primer contacto de la Falconetti con una cámara de cine haya sido durante el rodaje del film de Dreyer, pero no lo es menos que sus participaciones secundarias en un par de títulos menores de 1917 no revisten la menor relevancia artística. Fue su exitosa carrera como comediante en el teatro parisino la que se le impuso a Dreyer luego de un extenso casting. Y esa sería su última –y sublime– aparición en la pantalla grande. Stopar se encontraba con un grave problema a la hora de encarar la estructura y contenido del documental: el material de archivo que se conserva y conoce sobre la actriz no supera un puñado de fotografías, a los cuales pueden sumarse algunos programas de mano, afiches y unas pocas misivas comerciales. Y, desde luego, las imágenes de la película de Dreyer. Ante ese vacío insuperable, el film decide organizarse alrededor de múltiples voces que hacen las veces de narradores orales y hacer de un recurso visual usualmente poco interesante una de sus virtudes: Llamas de nitrato “registra” momentos a partir de la reconstrucción con actores –aunque de una manera oblicua, indirecta, elaborando climas fotográficos– o la utilización de imágenes de noticieros y películas (hay un momento Carlos Hugo Christensen, director argentino que, casualmente, portaba apellido danés).Si ese recurso no resulta siempre atinado, al menos evita las cabezas parlantes y la ilustración literal, al tiempo que la historia sigue a Falconetti hasta Brasil y luego Buenos Aires, donde arribó en los años 40 escapando de deudas y de una carrera trunca luego de varios fracasos comerciales. El film de Stopar continúa el relato hasta su suicidio en 1946, pero abandona sin demasiadas preocupaciones elementos como la relación con sus dos hijos, concentrándose en cambio en la supervivencia cotidiana en Buenos Aires, donde logró encontrar algo de ayuda en la comunidad de exiliados franceses. Las proyecciones de Llamas de nitrato en el Malba serán completadas con la exhibición, con música en vivo, de La pasión..., nueva oportunidad para (re)descubrir el talento de Dreyer y la tortuosa, magnífica y total entrega de Falconetti a las llamas del arte cinematográfico.