En la primera escena vemos el momento en el que el matrimonio de Andy y Vicky McGee (Zack Efron y Sydney Lemmon) descubre que su beba Charlie es capaz de encender un fuego con su mirada ¿O en verdad ha sido solo una pesadilla paterna? La acción salta una década y Charlie es ahora una chica que sufre de bullying en la escuela, pero trata de contener “la cosa mala” (así la llama), que no es otra cosa que una reacción violenta con efectos incendiarios cuando sufre un ataque de nervios o de ira. Papá Andy, que también tiene habilidades anticipatorias y telekinéticas, trata de explicarle que ella no es “rara” sino “especial” y de enseñarle a controlar el enojo. Pero una niña con semejantes dones, habilidades y capacidades está en la mira de una oscura organización gubernamental y a padre e hija no les quedará más que huir y esconderse.
Ryan Kiera Armstrong, quien con sus escaso 12 años ya es toda una veterana de Hollywood con actuaciones en Mi amigo Enzo, It - Capítulo dos, Black Widow, La guerra del mañana y muchos otros títulos, fue la elegida para interpretar a la joven protagonista, mientras que esta vez sí se escogió a un descendiente de pueblos originarios (al igual que en la novela) como Michael Greyeyes para el papel que en la primera versión encarnó George C. Scott.
Pero, más allá de esos y otros cambios, y del hoy más ambicioso despliegue de efectos visuales (muchos ojos rojos y lanzamiento de llamas), lo de Keith Thomas, director de The Vigil, es “de manual”. No hay en la hora y media de Llamas de venganza una escena que trascienda una absoluta medianía, que sorprenda (las diferencias con, por ejemplo, la Carrie de Brian De Palma son abismales). Quizás por eso en los Estados Unidos se optó por un lanzamiento en simultáneo en salas y en la plataforma de streaming Peacock. Es que el film -tan prolijo como intrascendente- no desentona en el ámbito del consumo hogareño, pero al mismo tiempo no merece una recomendación demasiado entusiasta como para invertir en una visita al cine.
Si Llamas de venganza, que estuvo por ser dirigido primero por el alemán Fatih Akin y luego por Akiva Goldsman, resulta un film del montón (el original tampoco era ninguna maravilla), al menos sirve como una suerte de reivindicación para John Carpenter. En efecto, el maestro estuvo muy cerca de rodar el proyecto de 1984, pero a último momento fue apartado (luego incursionaría en el mundo de Stephen King con Christine). Esta vez, al menos aparece como coautor de la banda de sonido junto a su hijo Cody. No es lo mismo que tenerlo detrás de cámara al mando del rodaje, pero sus aportes musicales se agradecen.